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Un tranvía, un reloj y la teoría de la relatividad

Albert Einstein

En 1905, en Berna, Suiza, Albert Einstein se dirigía a casa en el tranvía pensando en sus cosas cuando la visión de la torre del reloj de Berna cambió su mente y con ello cambió también el mundo. El genio estaba dándole vueltas a cómo cuadrar las piezas del puzle que tenía en la cabeza y que mezclaba sus ideas sobre la velocidad de la luz con las leyes tradicionales de la física newtoniana.

No encajaban las piezas y las paradojas se sucedían en sus razonamientos, llevándole a la desesperación. Al mirar al reloj de la torre, y quizás por esas extrañas conexiones que en ocasiones hace nuestra mente sin que las comprendamos y casi sin contar con nosotros, Einstein pensó en qué ocurriría si el tranvía en el que iba montado viajara en realidad a la velocidad de la luz.

Pensó que si el tranvía iba a la velocidad de la luz este parecería congelado ya que la propia luz no podría alcanzar al tranvía por su velocidad, pero que en cambio un reloj cualquiera, dentro del tranvía, funcionaría sin problemas segundo a segundo.

En aquel momento, como decía, el mundo cambió. Según el propio Einstein:

Una tormenta se desencadenó en mi cabeza.

El reloj le había dado la clave para que las piezas comenzaran a encajar. Quizás la velocidad de la luz fuera una constante y no el propio tiempo, que podría variar y cambiar de velocidad. Como habrán supuesto, aquel pensamiento fue el desencadenante del razonamiento que llevó a Einstein a su teoría de la relatividad, que tan importante ha sido desde que nació. Gracias a un reloj y un tranvía.

Fuente: The greatest science stories never told, de Rick Beyer

Curistoria

Ver comentarios

  • Que interesante, habría que ver entonces como pudo desarrollar la teoría conjuntamente con su primera esposa, que es coautora de la mitad.

  • La respuesta es fácil. Su esposa aportó poco a la teoría de la relatividad de forma directa. Otra cosa debió de ser el infierno de vivir al lado del amigo Alberto. Pero a cada uno lo suyo.

  • Pero es que la obra de Lumen, Flammarion ya se imagina viajando a la velocidad de la luz y sacando conclusiones muy similares.

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