Tercios

Julián Romero, de tambor a maestre de campo de los tercios españoles

Julián Romero de Ibarrola nació en un pueblo de Cuenca llamado Torrejoncillo del Rey, en 1518. La ascendencia, no obstante, hay que buscarla más al norte, en Vizcaya. Su nombre debería ser recordado junto al de otros como Álvarez Galán, el extremeño que asombró a Nelson por su valor. No en vano Julián Romero pasó de tambor a maestre de campo de los tercios españoles. Eso le permitió subier en la escala social de manera muy significativa.

Que su sobrenombre sea “El de las Hazañas» ya nos da una pista de la vida que tuvo. Creció en una familia modesta, de baja hidalguía, dedicada al campo. A los 16 años ya estaba alistado y en servicio en Italia, como tambor. Se sabe poco de estos años, como es normal, porque no cuentan las crónicas las vidas de los tambores poco más que adolescentes. No obstante, a las órdenes del virrey de Nápoles ya destacó como soldado antes de cumplir los 20 años, por su valor.

Aunque hay ciertas lagunas, se cree que peleó en Italia, Túnez y Flandes, antes de hacerse mercenario y combatir por el rey Enrique VIII de Inglaterra. En esa etapa estuvo en Escocia y Francia y se ganó el título de caballero. Esto apuntaba a una carrera militar importante, pero decidió dejar de servir a otros reyes y volvió al ejército del Imperio Español.

Julián Romero era admirado por sus soldados y reconocido por sus superiores, como el Duque de Alba

Una vida así le acarreó ser prisionero varias veces y recibir heridas en otras ocasiones. De una herida de mosquete en la mítica batalla de San Quintín quedó cojo para el resto de su vida. Pero también ahí se ganó el título de maestre de campo, gracias a su aportación a la victoria española. Estuvo en Gravelinas, otro de los lugares asociados a la historia de los tercios. Según se cuenta, sus soldados lo admiraban y los capitanes generales bajo cuyas órdenes sirvió, como el Duque de Alba o Don Juan de Austria, le tenían un gran aprecio.

Tras ser maestre de campo entró en la nobleza por el mérito de las armas. Fue reconocido con un honor tan alto como ser nombrado Caballero de la Orden de Santiago, algo que, como ya contamos en otra ocasión, era una aspiración complicada hasta para el mismísimo Velázquez, que lo fue más tarde. Incluso fue comendador de la orden. Felipe II le concedió el hábito en Bruselas el 10 de julio de 1558.

Gobernó en Jerez de los Caballeros y en Ibiza, entre otros lugares, antes de volver a la batalla y seguir acumulando aventuras en mar y tierra. En 1577, cuando iba como maestre de campo general a la cabeza de todo el ejército español que iba de Italia a Flandes, murió de repente sobre su caballo.

Lope de Vega y El Greco, entre otros, le dedicaron obras

Había alcanzado popularidad más allá del ámbito militar, donde recibió todos los elogios posibles. Por ejemplo, Lope de Vega escribió una obra con su nombre y El Greco lo incluyó en un cuadro, vestido como caballero de la Orden de Santiago. El cuadro se titula Julián Romero y su santo patrono y es el que pueden ver al comienzo. En el lateral se puede leer el apodo de “El de las Hazañas” (si bien escrito sin la h) y otros elogios, aunque el lugar de nacimiento sea erróneo.

Es un ejemplo de uno de los motivos principales por los que los hombres se alistaban en los tercios: era lo que hoy llamamos un ascensor social. Es decir, podía hacer que un hombre pasara de una familia modesta y de la penuria, a ganar títulos y dinero.

Manuel J. Prieto

Ver comentarios

  • Dice la señorita wikipedia que: Era hijo de Pedro de Ibarrola, hidalgo maestro de obras natural de Puebla de Aulestia en Vizcaya, y de Juana Romero, natural de Huélamo, en Cuenca.

    Así que al menos ya empezó desde la hidalguía, no desde abajo del todo :-).

  • Pues ya lo dice el artículo, al principio: "Creció en una familia modesta, de baja hidalguía,", no dice que fuera un menesteroso...

  • Y hay que recordar que un hidalgo era un hijo de noble, pero sin título nobiliario ni señorío; sólo tenía el nombre y alguna educación; y por su origen no podía dedicarse a "oficios viles", por lo que sólo le quedaban la carrera eclesiástica, la administración estatal, o la que escogió Julián Romero, la carrera de las armas.

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