Elena Cornaro Piscopia fue una veneciana nacida el 5 de junio de 1646 y consiguió un hito en el mundo de la academia que ninguna mujer hasta entonces había logrado y mucho más. Y es que Elena Cornaro, la primera mujer en tener un doctorado universitario, no sólo sobresalía en varias disciplinas y tenía múltiples intereses, sino que llegó a ser considerada la mujer más culta de Italia.
Como era de esperar, Elena Cornaro era miembro de una casa bien dotada económicamente. Eso permitía en aquel tiempo acceso a la educación básica y a libros, instrumentos musicales, viajes, artes… Una muestra de esto es que a los 7 años recibía clases de latín y griego. Precisamente en los idiomas fue uno de los ámbitos en los que destacó. Además de su italiano natal, usaba el español, el francés, el hebreo… así hasta 8 idiomas.
Estudió matemáticas, filosofía, música, gramática, astronomía… y tocaba varios instrumentos musicales, dando conciertos e incluso componiendo. Era una niña prodigio y consiguió, como decía, ser considerada la mujer más culta de Italia. Eso le ocurrió con tan sólo 19 años.
Era muy religiosa y aunque su padre le prohibió hacerse monja, estuvo ligada a la Iglesia toda su vida. Estudió teología en la universidad de Padua y si bien intentó varias veces doctorarse en ese ámbito, se lo prohibieron. Pero, en cambio, sí le dejaron el camino abierto para ser doctora en filosofía.
El 25 de junio de 1678, con 32 años, defendió su trabajo doctoral hablando sobre algunos pasajes de Aristóteles. Su nombre ya era popular y, de hecho, había debatido abiertamente con estudiosos importantes en los años anteriores. Tan popular era su caso que el acto de doctorado de Elena Cornaro no se hizo en la Universidad sino en la catedral de Padua, para que pudiera asistir más gente.
Además del título de doctorado, propiamente dicho, recibió una corona de laurel, un libro de filosofía, un capa de armiño y un anillo de oro. Pero, su empeño real, probablemente debido a su religiosidad, fue obtener el doctorado en teología. Lo siguió intentando y a buen seguro que reunía méritos para ello, pero la teología era un disciplina vetada a ese nivel para las mujeres. La razón era que ser doctor en teología daba potestad para predicar, y eso iba en contra de las normas eclesiásticas.
Hay un aspecto importante a tener en cuenta y es que, lamentablemente, esta mujer no rompió un dique por el que se desbordaron después miles de doctorados femeninos. Fue una pionera y una rara avis durante mucho tiempo. Tanto es así que la segunda mujer con un doctorado por la universidad de Padua tardaría tres siglos en llegar, hasta la segunda mitad del siglo XX.
Unamos el nombre de Elena Cornaro, la primera mujer en tener un doctorado universitario, al de otras pioneras. Al de Florence Nightingale; Althea Gibson, la pionera mujer de color que ganó Roland-Garros y Wimbledon; Ángela Ruiz Robles, precursora de libro electrónico y del hipertexto; Annie Easley, que trabajó para la NASA y ayudó a los desfavorecidos, una mujer admirable; La hermana Keller, la monja que fue una de las madres de la informática…
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