Segunda Guerra Mundial

El SS St. Louis y el viaje de los malditos

La travesía de los malditos es como se conoce popularmente al viaje que hizo el transatlántico SS St. Louis en mayo de 1939. El día 13 de ese mes partió desde Hamburgo con 937 pasajeros a bordo rumbo a Cuba. De ellos, 930 eran judíos que huían de Alemania donde la persecución y el riesgo para sus vidas ya eran insostenibles. Aquella travesía fue mucho más larga de lo esperado.

Al mando del barco a vapor (de ahí lo de SS, Steam Ship) estaba el capitán Gustav Schröder, de cincuenta y cuatro años. Con seguridad se enfrentaban en la mente de muchos de los exiliados dos sentimientos: la nostalgia y la tristeza por abandonar su patria, y la esperanza e ilusión por comenzar una vida nueva. Esto último, azuzado por los años de persecución que, sin duda, habían vivido. Habían sido convertidos en ciudadanos de segunda, habían perdido sus trabajos, sus posesiones, a sus amigos…

El SS St. Louis y el viaje de los malditos es una historia trágica, a pesar de que lo peor estaba por llegar

Cuba parecía una buena opción de entrada en América porque sus requisitos de desembarco eran más laxos que en Estados Unidos, destino final para gran parte de aquellos judíos. El 27 de mayo el SS St. Louis llegó a La Habana, pero el gobierno cubano había anulado los permisos de desembarco. Una semana antes de que zarpara el barco, el presidente de Cuba, Federico Laredo Brú, había firmado un decreto que los dejaba sin efecto. Esto se debió a la presión de la ciudadanía y los medios en contra de la inmigración.

Menos de treinta pasajeros tuvieron la suerte de poder bajar a tierra. Para el resto se abría un largo camino de peregrinación. De los que bajaron en Cuba, veintidós eran judíos con visado estadounidense, cuatro eran españoles y dos cubanos.

El capitán Schröder puso rumbo al norte, con la esperanza de poder pisar puerto en Estados Unidos o Canadá. Las organizaciones judías de estos países presionaron para que así fuera, pero no sirvió de mucho. Los gobiernos argumentaron que las cuotas de inmigración no permitían la llegada de esas casi mil personas, porque estaban ya sobrepasadas.

El barco recorrió unos 16.500 kilómetros para llegar a un puerto a unos 750 del que partió

Con las puertas, o los puertos, mejor dicho, de América cerrados y con una situación cada día más insostenible a bordo, el transatlántico tomó la ruta de vuelta a Europa. Para entonces ya no quedaba rastro de la ilusión inicial de los pasajeros cuando partieron de Hamburgo, de comenzar de cero en un país nuevo. Tanto es así que se formaron patrullas a bordo para prevenir posibles suicidios.

Los más de 900 judíos que volvieron a Europa desembarcaron en Amberes el 17 de junio. Tras mes y medio de viaje, y con unos 16.500 kilómetros recorridos, estaban a apenas 750 kilómetros del puerto de partida. Al final cuatro países fueron el destino de los exiliados. De ellos, 288 acabaron en Reino Unido, 224 en Francia, 214 en Bélgica y 181 en los Países Bajos.

Por supuesto, la huida del nazismo no había acabado para muchos de ellos. Menos de tres meses después de volver a Europa comenzaría la Segunda Guerra Mundial. Y en apenas un año, aquellos países, salvo Reino Unido, fueron conquistados por Alemania. No solo hicieron el trayecto para volver casi al punto de partida, sino que trataron de escapar de las zarpas nazis para acabar, con el tiempo, cayendo en ellas. De los casi 620 judíos del SS St. Louis que volvieron al continente, 254 murieron en el Holocausto. Algunos de los que sobrevivieron habían emigrado de nuevo antes de que esas conquistas de 1940.

Esta historia ha servido de base para algún libro y alguna película. El título es El viaje de los malditos.

Manuel J. Prieto

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