Francisco de Saavedra y Sangronis fue el hombre que firmó la declaración de guerra de España a Francia cuando las tropas napoleónicas la invadieron. Fue el 6 de junio de 1808, cuando era presidente de la Junta Suprema de España e Indias, también conocida como Junta Suprema de Sevilla. Esta fue sólo una de sus contribuciones políticas y militares a su país en esa guerra contra Francia. Pero hoy quiero hablarles de otra parte de su vida, cuando Francisco de Saavedra fue clave en la independencia de Estados Unidos.
En 1780 fue enviado al Caribe por el rey Carlos III, como su comisionado en la zona. Fue importante su participación allí contra los ingleses, que entonces todavía combatían contra los estadounidenses en la Guerra de Independencia de los norteamericanos. Colaborando con Bernardo de Gálvez, Saavedra fue clave en algunas operaciones. Por cierto, Bernardo de Gálvez es el único español en las paredes del Capitolio.
En aquel viaje hacia América de 1780, Saavedra fue capturado por los ingleses cuando iba a bordo de la fragata Nuestra Señora de la Concepción. El español, en lugar de revelar su rango, se hizo pasar por un comerciante y entabló amistad con el gobernador inglés de Jamaica, el almirante Peter Parker. Su cultura y su dominio del inglés y del francés le hacían un hombre con el que hablar y disfrutar, y gracias a ello el español tuvo un trato más de invitado que de prisionero.
Mientras Saavedra conversaba o era convocado a cenas con los oficiales británicos, memorizaba lo que se iba diciendo o podía ver sobre los puertos, las defensas y los barcos ingleses. Cuando fue liberado, compartió toda esa información con Bernardo de Gálvez, contribuyendo así al éxito de su plan de ataque a Pensacola, al descartar un contraataque desde Jamaica.
En otra ocasión, en 1781, el almirante francés De Grasse necesitaba dinero con urgencia para financiar su flota y bloquear así a los ingleses en Yorktown, en Virginia. Fue Saavedra quien resolvió la situación recaudando en pocas horas en La Habana una pequeña fortuna. Ese dinero fue clave para que la batalla de Yorktown discurriera como lo hizo y Estados Unidos consiguiera su independencia. Además, el Convenio de Grasse-Saavedra incluía un plan de operaciones que pergeñaron entre los dos con maniobras de distracción para asegurar la victoria en Yorktown.
Esa victoria conllevó la rendición final de los británicos. George Washington consideró que la flota francesa y el dinero español habían sido los dos pilares de su triunfo.
Según parece, Saavedra compartía las ideas que se atribuyen al Conde de Aranda sobre la nueva nación que había contribuido a levantar. En el memorial de 1783 de este Conde de Aranda, aparece un texto que, visto con la perspectiva del tiempo, parece profético como pocos.
Es importante remarcar que este documento se considera por muchos investigadores como apócrifo y se niega el autor y la fecha. Se sitúa en esos casos unas décadas más adelante (1820-1830). Pero aun así, seguimos hablando de un documento a caballo entre finales del XVIII y las primeras décadas del XIX. Mucho antes de la explosión de Estados Unidos como potencia mundial. Aun así, ya recoge el miedo de España a haber ayudado a un país que acabaría siendo rival de España en América.
Esta República federal ha nacido pigmea, por decirlo así, y ha tenido necesidad de apoyo y de las fuerzas de dos potencias tan poderosas como la España y la Francia, para conseguir su independencia. Vendrá un día en que será un gigante, un coloso temible en esas comarcas. Olvidará entonces sus beneficios que ha recibido de las dos potencias, y no pensará más que en su engrandecimiento. La libertad de conciencia, la facilidad de establecer nuevas poblaciones sobre inmensos terrenos, así como las ventajas con que brinda el nuevo gobierno, atraerán agricultores y artesanos de todas las naciones, porque los hombres corren siempre tras la fortuna, y dentro de algunos años veremos con mucho dolor la existencia amenazadora del coloso de que hablo.
El paso primero de esta potencia, cuando haya llegado á engrandecerse, será apoderarse de las Floridas para dominar el Golfo de México. Después de habernos hecho de este modo dificultoso el comercio con la Nueva España, aspirará á la conquista de este vasto imperio, que nos será posible defender contra una potencia formidable, establecida sobre el mismo continente, y á más de eso limítrofe.
Es asombroso el acierto de estos españoles a la hora de caer en la cuenta de que se había creado un gigante en cierta medida gracias a su participación. Quizás un gigante dormido en aquel tiempo, pero hoy sabemos que no erraron mucho en su visión del futuro de Estados Unidos.
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Lo dijo Bolívar en carta del 5 de agosto de 1.829: «Los Estados Unidos parecen destinados por la Providencia para plagar la América de miserias a nombre de la libertad»