La hora del té es una costumbre que asociamos con los británicos. Ese ritual, a media tarde, en el que paran para hacerse un té y tomarlo con unas pastas. Parece que es algo tan suyo, que no pudieran renunciar a él. Hasta en la Segunda Guerra Mundial los soldados de los carros de combate se la ingeniaron para preparar su bebida, a pesar de que eso los ponía en riesgo. Los tanques británicos y la hora del té comenzaron en 1945 una relación que se mantiene hasta hoy.
Para poder preparar su bebida, lo que comenzaron a utilizar las tripulaciones de los carros fue un invento que llamaban el quemador Bengasi, que no era más que algo similar a un brasero hecho con dos latas de combustible. En la campaña del norte de África, había latas de combustible por doquier, así que no tenían problema en encontrarlas. Hacían varios agujeros en la mitad superior de la lata, y llenaban la parte inferior de arena.
Esa arena del interior de la lata se mezclaba con algo de gasolina y se le prendía fuego. Aquello era el brasero, ese quemador Bengasi, y sobre él ponían una segunda lata, habitualmente del mismo tamaño. En esta parte superior era donde cocinaban y hacían el té. La arena del desierto estropeaba en muchos casos los sistemas de los tanques destinados a cocinar, y esta alternativa de las latas era una salida, aunque una salida complicada y peligrosa. El de la imagen superior, por cierto, es una versión algo distinta del ingenio.
Calcular la cantidad de combustible idónea para la cantidad de arena del recipiente era difícil. Si el soldado se quedaba corto en combustible, el fuego se apagaba. Si se pasaba, podía explotar el recipiente.
A estos problemas había que añadir que para cocinar o hacer el té de esta forma, tenían que salir del carro de combate y encender un fuego, lo que los hacía localizables y vulnerables de cara al enemigo. Esto ocurrió, por ejemplo, el 13 de junio de 1944 en Francia, es decir, poco después del día D. Los alemanes aprovecharon para atacar el momento en que los británicos estaban entretenidos en esta labor del té. Perdieron catorce tanques en unos pocos minutos, a manos de los alemanes. El autor de ese ataque fue el capitán Michael Wittmann, que unos días después fue condecorado por Hitler. Tras ello, regresó a Francia y murió en agosto en combate.
Estos momentos de debilidad por estar cocinando fuera del tanque finalizaron al año siguiente, ya con la guerra a punto de finalizar. El ejército británico comenzó a dotar a los carros con un calentador eléctrico de agua, que se podía usar dentro del propio vehículo. Así, se eliminaban las vulnerabilidades al salir fuera del vehículo, así como la necesidad de utilizar inventos no reglamentarios. Por supuesto, con ese calentador de serie la tripulación podía hacer el té, pero también calentar sus raciones u otros alimentos.
Ese nuevo sistema se denominó boiling vessels, cuya traducción es muy clara: recipiente de ebullición. Esta innovación, aunque parezca menor, fue bien recibida por la tropa, como demuestra que su uso haya perdurado en los diseños de carros británicos hasta nuestros días. Poder tomar el té era y es un factor relevante para mantener la moral de las tropas.
Como decía al comienzo, parece que poder tomar el té tiene su importancia para los británicos. En tiempo de paz y en tiempo de guerra. De la misma forma que para otros es el café la bebida que les calienta física y moralmente. O la cerveza.
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