Doce artistas reconocidos compitieron en los años cuarenta para colocar su obra en una película. La cinta en cuestión era Los asuntos privados de Bel Ami, dirigida por Albert Lewin. Se estrenó en 1947 y estaba basada en una novela de Guy de Maupassant titulada simplemente Bel Ami (afiliado) y publicada en 1885. La película es blanco y negro, pero el cuadro era un festival de color, dentro y fuera de la pantalla.
Para una escena del largometraje en la que el cuadro era el centro de atención, el director y el productor, David L. Loew, idearon un concurso de pintura. Para ello convocaron a varios artistas con el tema de la tentación de San Antonio como motivo. Las medidas de los trabajos a presentar también estaban fijadas y debían ser de 36×48 pulgadas (unos 91×120 centímetros). Sobre esa pequeña colección de arte a concurso, que hoy valdría algunos millones de euros, un jurado de tres personas seleccionaría la obra definitiva que aparecería en la película.
El ganador se llevó tres mil dólares, mientras que los otros once se conformaron con quinientos. Esos tres mil dólares de 1947 serían hoy algo más de cuarenta mil. Eso sí, todos los artistas mantenían la propiedad de su cuadro. La pequeña colección que participó se expuso en unas cuantas galerías, por lo que sólo participar ya era un reconocimiento. Pero ser seleccionado y ser parte central de una cinta de Hollywood aumentaría el valor de la obra.
No vayan a pensar que los competidores eran unos cualesquiera. Entre ellos estaban Dalí, Max Ernst, Leonora Carrington, Ivan Le Lorraine Albright, Paul Delvaux o Dorothea Tanning. Fue Ernst el que se llevó el premio con el trabajo que les muestro al comienzo del texto. Dalí participó con esta pintura que ven a continuación, y que se ha convertido en una de sus obras maestras.
La pintura aparece en un momento en que el protagonista está asediado por sus propios demonios internos. La película es en blanco y negro hasta que aparece el cuadro. En ese momento resplandece el color. A los pocos segundos desaparece el lienzo de la escena y la cinta vuelve al blanco y negro. Es decir, se usó el Technicolor para ese momento, para que se vieran los colores de la sorprendente pintura de Ernst, y solo para ese momento.
Imaginen ir al cine sin conocer este detalle y, de repente, ver en la pantalla esos colores, dominados por el rojo. Toda una sensación. Quizá, por el efecto Kuleshov, la propia sensación de intranquilidad del protagonista se trasladara a los espectadores al ver la obra surrealista a todo color. En este vídeo de Youtube pueden ver el momento en que eso ocurre (minuto 8:05).
Esto no es más que una muestra adicional de lo serio que se tomaron el director y el productor la relación entre el arte pictórico y el cine en este caso. Organizaron un concurso por todo lo alto y quizás el cuadro no fuera el protagonista, pero se tomaron la molestia de que se viera en todo su color.
Por cierto, La tentación de San Antonio de Max Ernst se puede ver en el Museo Lehmbruck de Duisburgo, en Alemania. Hace unos meses en Madrid se organizó una exposición sobre este pintor alemán y se pudieron contemplar este y otros muchos trabajos suyos. Visitándola, por cierto, supe yo de toda esta historia.
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