Libros

Las cinco mil bibliotecas rurales impulsadas por María Moliner

María Moliner es muy conocida por su Diccionario de uso del español, que creó durante 15 años apuntando palabra a palabra en fichas que iba acumulando por toda la casa. Hay otro proyecto en el que participó y del que quiero hablarles hoy. Se trata de las cinco mil bibliotecas rurales impulsadas por María Moliner cuando formaba parte de las Misiones Pedagógicas. Lógicamente ella era tan sólo una de las personas involucradas, pero su participación fue importante.

Las cinco mil bibliotecas rurales impulsadas por María Moliner arrancaban con cien libros seleccionados que servían de base

María Moliner nació hace 125 años, en marzo de 1900. En 1921 se licenció en Historia y un año después entró en el Cuerpo Facultativo de Archiveros, Bibliotecarios y Arqueólogos. En 1929 fue una de las responsables de la política bibliotecaria nacional dentro de la Institución Libre de Enseñanza. En esta última institución estuvo directamente relacionada con las Misiones Pedagógicas, que fue un proyecto cultural creado durante la Segunda República. Moliner trabajó activamente en este proyecto, concretamente para que los pueblos de toda España tuvieran una biblioteca.

No sólo dotaban a esas pequeñas localidades con cien libros esenciales que servían de base inicial para el préstamo, sino que formaban a esos mismos pueblos en la gestión del servicio de préstamo. A partir de ese fondo de partida, cada pueblo podía ir ampliando su dotación con peticiones de libros específicos. En las cajas que llegaban con los volúmenes para crear el fondo de préstamo, también había fichas, sellos y todo lo necesario para el día a día.

En muchos casos era el maestro de la escuela el responsable de la biblioteca y el gestor de la misma, pero en ocasiones no era la persona más adecuada. La razón era que los maestros podían ser destinados a otro lugar y eso dejaba el proyecto cojo, así que en ocasiones el pueblo seleccionara entre los vecinos a alguien más adecuado para el puesto.

A pesar de ser sólo cien libros había opciones para niños y adultos, y desde ficción a libros prácticos

Este proyecto creó bibliotecas en más de 5.500 pueblos, con el objetivo de fomentar la lectura y la alfabetización, tanto entre los niños como entre los adultos. Para estos últimos había novelas, pero también libros prácticos sobre temas como agricultura o sanidad, por ejemplo.

En 1937 se publicó un libro destinado a esos bibliotecarios rurales. El prólogo decía cosas como:

[…]si el éxito de una biblioteca depende en grandísima parte del bibliotecario, esto es tanto más verdad cuanto más corta es la historia o tradición de ese establecimiento […].

[…]No será buen bibliotecario el individuo que recibe invariablemente al forastero con palabras que tenemos grabadas en el cerebro, a fuerza de oírlas, los que con una misión cultural hemos visitado pueblos españoles: «Mire usted: en este pueblo son muy cerriles: usted hábleles de ir al baile, al fútbol o al cine, pero… ¡A la biblioteca…!».
No, amigos bibliotecarios, no. En vuestro pueblo la gente no es más cerril que en otros pueblos de España ni que en otros pueblos del mundo. […]

La lista de los cien libros tiene títulos que deben estar en cualquier biblioteca

Algunos de los libros seleccionados como esenciales son los siguientes, según lo enviado a la localidad zaragozana de Gallur en 1932:

  • Tragedias, de Sófocles
  • Zumalacárregui, de Pérez Galdós.
  • Tres ensayos sobre la vida sesual [sic].
  • Obras completas de Shakespeare.
  • El árbol de la ciencia, de Pío Baroja.
  • Platero y yo, de Juan Ramón Jiménez.
  • Vida del Buscón, de Quevedo.
  • Niebla, de Unamuno.
  • Los pazos de Ulloa, de Emilia Pardo Bazán.
  • El Quijote, de Cervantes.
  • La cabaña del tío Tom, de Harriet Beecher Stowe.
  • Amadís de Gaula.
  • Poema del mío Cid.
  • Apicultura.
  • Geografía.
  • Las mil y una noches.
  • Poesías completas, de Antonio Machado.
  • Atlas universal.

Desde luego, parecen obras con peso suficiente para darle forma a una biblioteca que, como decíamos, debía crecer a partir de ese punto.

Como supondrán, estos proyectos de las Misiones Pedagógicas acabaron después de la Guerra Civil Española. Ya saben que la historia se repite con la quema y prohibición de libros. María Moliner, por supuesto, también pagó su participación en las instituciones republicanas.

Manuel J. Prieto

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