Ser espía en plena Guerra Fría debía ser una vida apasionante. Al menos en determinados momentos, porque supongo que otros muchos estaban repletos de rutina. El que era además agente doble debía tener un corazón a prueba de infartos, ya que los riesgos eran extremos. Justo hace un mes ha muerto uno de esos agentes dobles, quizás la más importante defección que tuvo el bando soviético. Hablamos de Gordievski, el agente doble que traicionó al KGB y se salvó por un pañal sucio.
Oleg Gordievski había nacido en 1938 en Moscú, y llegó a ser coronel del KGB. Su padre trabajaba para el NKVD, precursor del mencionado KGB , así que podríamos decir que seguía la tradición familiar al formar parte de la inteligencia soviética. Era un fiel patriota y estaba convencido de que su gobierno hacía bien las cosas y que la URSS era el bando correcto.
Pero esto cambió con el tiempo. Según se dice, en 1968, tras ver la respuesta de la URSS a la Primavera de Praga, Gordievski comenzó a perder su amor por su patria, o más bien por el gobierno de esta. Al menos así lo cuenta la versión oficial. Estaba destinado entonces en Copenhague y allí siguió haciendo su trabajo tan cumplidamente como lo había hecho siempre.
Pero esa desafección se supo en los círculos de inteligencia occidentales y el MI6 comenzó a hacer movimientos para reclutarlo. La operación fue un éxito, aunque los británicos desconfiaran por si pudiese ser una operación de engaño, un agente triple, podríamos decir. Desde 1973 Gordievski sirvió a la inteligencia británica y les pasó información valiosa. Por ejemplo, les advirtió de la atención que requería Mijaíl Gorbachov, mucho antes de este alcanzara el poder.
Tras varios destinos acabó siendo el jefe de los espías soviéticos en Londres en 1982. Aquello cerraba el círculo, porque le daba acceso a información al más alto nivel y le permitía seguir con sus labores de agente doble con cierta tranquilidad. Aunque tranquilidad no debía ser la palabra, por lo que vino después.
En mayo de 1985 fue llamado a Moscú. Ya saben ustedes que en muchas ocasiones este tipo de peticiones no acababan nada bien, pero a pesar de todo Gordievski voló a su país. Allí se dio cuenta al momento de que la situación no era segura y de que, con toda probabilidad, desconfiaban de él. Estas sospechas se confirmaron cuando fue detenido e interrogado durante semanas. Tras esto fue informado de que ya no viajaría más al extranjero, aunque se le permitió volver a su casa. Tomó entonces la determinación de huir a occidente, me temo que con acierto ya que de lo contrario hubiera acabado mal.
Como había quedado con sus enlaces con la inteligencia británica en Moscú, pasó por delante de un determinado lugar con una bolsa de plástico y, al verlo, un agente del MI6 se cruzó con él comiendo una chocolatina occidental. Era la señal acordada mucho tiempo atrás, uno avisaba de que debía huir y el otro le indicaba que lo había visto. Aquello puso en marcha la operación Pimlico.
Tres días después, Gordievski salía de su casa como si fuera a hacer deporte, pero se desvió y logró despistar a los agentes del KGB que lo vigilaban. Subió a un tren a Leningrado y desde allí hacia la frontera finlandesa. Se encontró entonces con los agentes británicos que debían ayudarle a cruzar esa frontera. Lo metieron en el maletero de un coche y salieron a la carretera. En el coche iba una empleada de la embajada que estaba embarazada. Esto debía servir de excusa y despiste si había algún problema. La excusa sería que ella quería dar a luz en su país y por eso los británicos iban hacia Finlandia. Además, esta empleada llevaba un bebé, esperando que los rusos pensaran que no iban a meter a un bebé en una operación de inteligencia.
A pesar de todo los agentes del KGB detuvieron el coche en el que iba Gordievski escondido. Tenían un perro que olería al espía ruso en el maletero tan pronto como se acercara. En esa situación crítica, mientras unos y otros cruzaban las primeras palabras, la mujer británica salió del coche y cambió el pañal al bebé sobre el vehículo. Afortunadamente estaba sucio. Esto fue una suerte para el éxito de la operación. Tras cambiar al bebé, la mujer lanzó el pañal debajo del coche, justo en la parte del maletero. Cuando el perro comenzó a olisquear en aquella zona, se alejó al momento sin descubrir nada extraño.
Finalmente todo salió bien y el ruso cruzó la frontera. Comenzó así una vida en occidente, no exenta de riesgos, aunque con cierta presencia pública, como demuestra la foto de arriba, donde está con Reagan. Estaba condenado a muerte en su país por traición, pero, por otra parte, los británicos incluso llegaron a condecorarlo. Disfrutó de una vida larga, ya que falleció en Reino Unido hace poco más de un mes, el 4 de marzo de 2025.
Se considera toda la operación de Gordievski como una de las más importantes de la Guerra Fría. Fue, que se sepa, el agente doble de más alto rango que ha traicionado al KGB. En cierto modo, sería el Kim Philby del otro lado.
Esta historia está presente en libros y documentales, ya que la vida de Gordievski es impresionante. Por ejemplo, en el libro Espía y traidor, de Ben Macintyre (afiliado), un libro que tengo por aquí aunque todavía no lo he leído. Eso sí, todo lo que he leído de Macintyre me ha parecido muy recomendable. Aquí les he hablado de algunas obras suyas: Los prisioneros de Colditz y Agente Sonya.
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