El doctor Frankenstein es el protagonista de la famosa obra que Mary Shelley escribió como entretenimiento en 1816, el año sin verano, para matar el tiempo. Por lo tanto, aunque solemos llamar Frankenstein a la creación del doctor, al monstruo, eso parece algo incorrecto. Algo hecho de retales no sería un Frankenstein, sería, en todo caso, el monstruo de Frankenstein. En cualquier caso, hoy vamos a hablar de el hombre que inspiró el personaje del doctor Frankenstein. El hombre real que hay detrás del personaje de ficción.
El hombre que inspiró el personaje del doctor Frankenstein fue, probablemente, Johann Conrad Dippel, un teólogo y químico alemán
La novela de Shelley se publicó en 1818. Para entonces llevaba ya mucho tiempo muerto un hombre llamado Johann Conrad Dippel. Este teólogo, químico y médico alemán, nació en el castillo de Frankenstein en el año 1673. Y falleció en otro castillo en 1734. De él se dice que además de la teología, la alquimia y la anatomía eran temas que le interesaban mucho. El castillo de Frankenstein, por cierto, está en Alemania, y data, al menos, del siglo XIII.
Lo que llamamos alquimia, en este caso, tiene mucho que ver con la química. Algunas de las investigaciones de Conrad Dippel y de sus descubrimientos científicos, y muchos de sus tratados teológicos han llegado hasta nosotros. Pero hay otra parte de su vida que se mueve en la leyenda. Y es esa leyenda la que alimenta el mito de que Conrad Dippel inspiró en cierta medida al personaje de Shelley, al doctor Frankenstein.
El mito habla de que este el teólogo y alquimista hizo algunos experimentos con cadáveres y que hasta llegó a buscar cómo traspasar el alma de un cadáver a otra persona. Esos 21 gramos que pesa el alma humana son complicados de mover, por lo que parece. Esa fama de hombre con ideas extrañas y algo macabras acabó cuajando en la cultura y las historias populares de la zona del castillo. Era un tipo algo polémico en sus ideas y tuvo problemas de deudas, lo que quizás influyó en su mala fama. Dicho de otro modo, todos hablaban mal de él.
Johann Conrad Dippel también fue inventor, junto con Heinrich Diesbach, del azul de Prusia
Siguiendo con la nebulosa del mito y la leyenda, es posible que Mary Shelley visitara la zona e incluso el propio castillo de Frankenstein, a comienzos del siglo XIX. Por lo tanto es posible que conociera la historia nuestro hombre así como lo que se contaba sobre sus experimentos más macabros. Así, cuando se puso a escribir esa historia sobre el falso Prometeo, sobre la creación de vida de la nada, quizás le viniera a la cabeza lo que le habían contado de Dippel y dotó al doctor Frankenstein de ciertas similitudes con ese hombre que había vivido un siglo antes.
Es cierto que la idea que cuenta la novela de Mary Shelley no proviene de Dippel, pero sí puede ser que una vez echada a rodar esa historia, lo que había oído la autora de él le sirviera para dar forma al personaje.
Pero no sólo en ese aspecto Dippel ha dejado rastro en nuestras vidas. Está muy presente en el mundo del arte. En 1704, junto con el fabricante de pinturas Heinrich Diesbach, creó uno de los colores más famosos de la historia del arte. Diesbach estaba buscando un color rojo y ante la falta del producto habitual que solía utilizar, Dippel le ofreció un sustituto de su invención, el aceite de Dippel. De la mezcla salió el azul de Prusia, en lugar del rojo que buscaban. A partir de ese primer momento mejoraron un poco la receta de color y así hasta hoy, donde aún seguimos hablando del azul de Prusia.