Hay una cuestión con la que hay que tener cuidado en economía, en el mundo de la la empresa y en general en la vida, y son los incentivos perversos. No es extraño que algún objetivo nos lleve a crear algún incentivo que, de algún modo, lo que acabe consiguiendo sea justo lo contrario a ese objetivo inicial. El efecto cobra, la Gran Caza de Ratas de Hanoi y los incentivos perversos tienen mucho que ver.
El efecto cobra, la Gran Caza de Ratas de Hanoi y los incentivos perversos de los gobiernos, que se acabaron volviendo contra ellos
En cierta medida, aunque no es exactamente lo mismo, estas historias de hoy me recuerdan a la curistoria del exterminio de gorriones y la Gran Hambruna china. La primera situación histórica que vamos a ver es la que da nombre al propio problema de los incentivos perversos, y es el conocido como efecto cobra, muy común en economía y psicología.
La verdad es que no sé cuánto hay de grave en el hecho histórico ni la extensión del problema que causó. Pero está citado y explicado en un buen número de libros y de artículos. Según parece, en algún momento del dominio británico sobre la India el gobernador al mando de la ciudad Delhi decidió hacer algo con el problema de las cobras. Este problema no era otro que la enorme proliferación de serpientes cobra por la ciudad, lo que suponía un peligro considerable.
El gobierno local pagaría por cada cobra muerta que se entregara. No está mal pensado eso de incentivar a la gente a cazar a las cobras, si se quiere acabar con ellas. Pero ahí es donde aparece el ejemplo incentivo perverso. Con seguridad se mataron parte de las cobras de la ciudad. No obstante, es mucho más complicado buscar y matar una cobra, que criar una cobra y matarla. Aún más cuando debido a la cacería, empezaban a escasear las cobras en libertad. El premio o incentivo era el mismo por una cobra, hubiera sido esta cazada o criada.
Muchos fueron los que se pusieron a criar cobras para matarlas y cobrar. Cuando el gobierno se enteró de lo que estaba ocurriendo, hizo lo que hubiera hecho cualquiera: dejar de pagar. Aunque lo hizo sin pensar en todas las consecuencias de su decisión, y acabó pagándolo. Al eliminar el incentivo, todos los que estaban criando cobras sabían que ya no obtendrían beneficio alguno por ellas, por lo que las dejaron libres. Esto hizo que la población de cobras en Delhi volviera a ser tan alarmante como antes de todo esta historia.
En Hanoi en 1902 se pagaba por los rabos de rata, dando por hecho que estas debían estarían muertas antes de que se lo cortaran
Algo similar ocurrió en Hanoi en 1902, en este caso con las ratas, que infestaban la ciudad y transmitían un buen número de enfermedades. Lo que se conoce como la Gran Caza de Ratas de Hanoi de 1902 tiene el mismo esquema del efecto cobra. En este caso eran los franceses los colonos de Indochina, y en ese año, 1902, el gobernador ofreció pagar un céntimo de piastra, la moneda local, por cada rabo de rata muerta entregada.
De nuevo la idea era buena y tuvo un resultado positivo al principio. Pero a medida que miles de rabos de rata eran entregados y cobrados, el número de ratas sin rabo que se veían por la ciudad iba aumentando. Lo que hacían los cazadores eran cortar el rabo y dejarlas vivas para que siguieran criando más ratas a las que cortar el rabo y por los que cobrar. Por supuesto, también había grupos de personas criando ratas en cautividad, para cobrar por ellas más tarde, al matarlas.
Una vez que el gobierno colonial francés, habiendo sido estafado, cortó el incentivo al dejar de pagar por los rabos de ratas, todos los criadores de ratas las dejaron libres, porque ya no valían nada aquellos animalitos. El resultado fue el mismo del caso de las cobras, la vuelta al punto inicial. Hanoi estuvo volvía a estar plagado de ratas.
Asumiendo la certeza de que en ambos casos, al cesar el incentivo económico, los criadores de las serpientes y de las ratas procedieron a liberarlas; surge una reflexión sobre estos dos hechos.
Liberar a esos animales dañinos, constituía un razonable peligro para los mismos que los liberaran, para sus familias y, en general, para todos los habitantes; entonces ¿por qué liberarlas y no matarlas? ¿acaso una acción de «venganza»?. De ser así, una «venganza», se trataría igualmente de una acción con efecto perverso, ya que la eventual venganza podía revertirse contra sus perpetradores.