Peleas entre aficionados a la lucha de gladiadores

Me inclino a pensar, sin mucho criterio sólido, es cierto, que acudir a los campos de fútbol a gritar y saltar, o jugar a ciertos videojuegos, son válvulas de escape que oxigenan la cabeza. Es decir, dejamos ir un poco el control para llegar a sensaciones de descarga y así podemos luego volver a una vida civilizada y razonable. Volver a saludar al vecino en el ascensor o sonreír cuando se ve un niño, por ejemplo. El problema está cuando ese dejar ir un poco el control se desmadra y se va del todo. Este problema no es nuevo, ya ocurría en Roma hace 20 siglos con las peleas entre aficionados a la lucha de gladiadores.

Las peleas entre aficionados a la lucha de gladiadores nos recuerdan a los hooligans o, mejor dicho, los tifosi actuales

Los gladiadores tenían sus grupos de fans, que los animaban y admiraban. Hasta aquí todo lógico, si lo comparamos, con cierta perspectiva, con nuestros deportistas. Pero también había algunos aficionados que lo llevaban más allá y se convertían en forofos violentos. De forma similar a como ocurre hoy con ciertas rivalidades entre equipos de fútbol, baloncesto u otros deportes, en el siglo I algunas ciudades se enfrentaban con las luchas de gladiadores como excusa y tablero de jugo. Ya sabes, Barcelona y Madrid, Boca y River o América y Guadalajara.

Una de estas rivalidades, que fue a más, la cuenta Tácito. Fue un caso concreto ocurrido en Pompeya en el año 59 d.C. Livineius Regalus, que había sido senador, ofreció un espectáculo en el anfiteatro de aquella ciudad, en la que se juntaron las aficiones, por decirlo de algún modo, de Pompeya y Nocera. Los primeros apoyaban a los gladiadores tracios y los segundos a los mirmillones.

Los tracios, o thraex, se llamaban así porque iban armados como los soldados tracios, con una espada corta y un escudo. Además de esto, llevaban grebas, una protección para el brazo y el hombro de la espada y un casco con penacho. Los mirmillones también llevaban un escudo cuadrado y una espada, pero esta era un gladius, además de algunas protecciones. Aunque su casco era lo más característico, que solía estar coronado por un pez. El emparejamiento para el combate entre estos dos tipos de gladiadores era muy común.

La rivalidad venía de lejos y lo que comenzó con unos insultos acabó con muertos y mutilados, y una sanción

Las dos aficiones venían ya enfrentadas por otros motivos y lo que empezó como un intercambio de insultos acabó en una batalla campal. Hubo muertos y muchos mutilados, como dice Tácito en sus Anales:

Muchos de los ciudadanos de Nuceria lloraron la muerte de hijos y padres.

El propio organizador del espectáculo, Livineius Regalus, fue culpado de incitar a la batalla y castigado por ello. El Senado lo condenó al exilio, junto con algunos otros de los involucrados. Además, igual que ahora se clausuran estadios o se expulsa a un equipo de una competición por dar lugar a incidentes violentos, en aquel tiempo se tomó esa misma medida. Durante 10 años se prohibió el uso del anfiteatro en Pompeya. Eso sí, en el año 62 hubo un terremoto en la ciudad y supongo que, por aquello del pan y el circo, y para liberar tensión y oxigenar la cabeza, como decía al comienzo, se volvió a permitir poco después el uso del anfiteatro para celebrar luchas de gladiadores.

La imagen superior, por cierto, es un fresco que representa los disturbios entre pompeyanos y nocerinos que está en el Museo Arqueológico de Nápoles. Se pueden ver a algunas figuras humanas en las inmediaciones del anfiteatro peleando como lo hacen los gladiadores dentro de este.