Imaginemos por un momento estar convencidos de que el mundo se va a acabar en una fecha concreta y que llegado ese momento no ocurra nada. Algo así debieron vivir los cristianos, al menos los más doctos, al cambiar el año el 1 de enero del año 1000. Hoy sabemos que no ocurrió nada y sabemos que con un poco de sentido común deberíamos dudar de cualquier fecha tomada de la Biblia, porque las referencias de partida no son claras. Pero el milenarismo y el Apocalipsis de San Juan hoy no se ven igual que antes de que ocurriera, y no sólo porque la fecha ya haya pasado.
El milenarismo y el Apocalipsis de San Juan están estrechamente relaciones porque es ese texto el que habla de mil años
Todo este tema del milenarismo proviene de una interpretación literal del Apocalipsis de San Juan. Pero las referencias, como decía, no son claras. San Juan habla de mil años, y aunque ni siquiera eso deberíamos darlo por bueno, ¿mil años desde cuándo? ¿Desde que él lo escribió más de 90 años después del nacimiento de Cristo? ¿Mil años desde que nació Cristo? Esto quizás nos llevaría al año 1000. ¿Pero y si eran mil años desde que murió Cristo? O desde la Resurrección. Un lío. Además, recordemos que es posible que Jesucristo naciera en el año 5 antes de Cristo. Y también es buen momento para recordar a James Ussher, el arzobispo que calculó la fecha exacta en la que se creó el Universo.
Seguro que hay alguna otra obra o texto sagrado que desconozco y que marcó ese inicio para los estudiosos. Por eso el milenarismo tuvo que ser un momento crítico para muchos religiosos. Una fecha clara y marcada en el texto de San Juan, que la realidad osó obviar llegado el momento. Los milenaristas creían que el fin del mundo, y todo lo que conlleva, sería en el año 1000, al cumplirse un milenio de la llegada de Cristo. Y lo creían por culpa de San Juan.
En el capítulo XX de su Apocalipsis, San Juan dice (según la versión de esta obra que está en Wikisource) que Cristo encerró a Satanás en un abismo y lo encadenó por mil años. Dice también que pasado ese milenio, el diablo volverá y engañará a las naciones para dar batalla, pero que Dios lanzará fuego desde el cielo y acabará con ellos. Y se acabará todo y los muertos revivirán.
Debió ser un momento crítico y de catarsis para muchos católicos, aquel año 1000
En resumen, una lectura literal de estas palabras llevaría a cualquier religioso en las vísperas del año 1000 a pensar que se le venía el fin del mundo encima. Pero luego pasó de largo ese año y, según parece, otros 1022 han ido pasando de largo sin que se haya acabado este mundo terrenal. Si dejamos de lado la interpretación literal, claro que podemos encontrar cualquier otra explicación.
Pero volviendo al principio, lo más atractivo de todo esto es pensar en qué significaría para las gentes del año 1000, que basaban su vida en la religión, ver pasar la fecha sin cambios en el mundo. ¿Que el año 1000 trajo guerras? Y el 100, y el 500, y el 2000… siempre los años traen guerras, en un sitio o en otro. Pero no llegó el fin del mundo. Ni la Bestia fue liberada, ni nada de nada.
Seguro que hubo muchos que, viendo las orejas al lobo, en el 999 se hicieron monjes, arrancaron una peregrinación, donaron sus bienes a la Iglesia o, cuando menos, se arrepintieron de verdad de sus pecados. Y todo esto, por una expresión que bien puede ser interpretada como equivalente a mucho tiempo en términos generales. Porque si San Juan hubiera dicho algo como: dentro de 985 años, después de 24 días de la primera luna llena pasada la Pascua, pues habría más concreción y menos dudas. Pero mil años…
Dicho todo esto, sé que a muchos el milenarismo nos trae a la cabeza a Fernando Arrabal en aquel programa de Sánchez Dragó, donde repitió que quería hablar del milenarismo. La culpa, según él mismo, se debió a unas copitas de Chinchón.