Las chicas Nadeshiko y los kamikazes

Las chicas Nadeshiko y los kamikazes

Los kamikazes son una de esas cosas casi incomprensibles de la Segunda Guerra Mundial, con episodios como la impresionante y emotiva historia del kamikaze Hajime Fuji. La entrega total y premeditada de esos pilotos a la causa japonesa es casi incomprensible. Fueron parte de un país que durante esa parte del siglo XX estuvo militarizado. Una muestra extrema de esto es la relación de las chicas Nadeshiko y los kamikazes. Ellas eran jóvenes, niñas podríamos decir, que cuidaron de los kamikazes primero y los despidieron a pie de pista en sus últimos vuelos.

Cuando los pilotos suicidas despegaban, podían ver a las chicas Nadeshiko despidiéndoles junto a la pista. Ellas agitaban al aire pañuelos y ramas florecidas. De hecho, nadeshiko en japonés es el nombre de una flor de color malva y de una forma muy peculiar. Y supongo que eso tiene algo que ver con su nombre y con lo que hacían de agitar ramas en flor. Debían ser momentos emocionantes tanto para unos como para otras.

Las chicas Nadeshiko y los kamikazes, ambos grupos, eran muy jóvenes, lo que hace aún más emotiva su historia

Las chicas cuidaban a los soldados en la base militar, haciendo labores tradicionalmente femeninas como limpiar o coser los uniformes. No estamos hablando de algo que ocurriera de forma general, sino que este grupo, las chicas Nadeshiko, se formó al final de la guerra, ya en 1945, en la base de Chiran. Por el lugar y el momento, muchos de los jóvenes pilotos sabían que no les quedaba mucho de vida. Es más, supongo que las más espabiladas de las chicas también sabían que los chicos, no mucho mayores que ellas, cuando llegaban de la base estaban ya condenados.

Los pilotos, antes de despegar, respondían al saludo moviendo los alerones del avión. Una muestra de cómo los pilotos afrontaban sus misiones la tenemos en una anécdota que narró una de estas chicas, Reiko Akabane. Uno de los pilotos le pidió que enviara una carta a sus padres, y antes de que este despegara, la chica lo buscó para entregarle la vuelta del dinero que le había dado para el envío de la carta. En lugar de coger ese dinero, el piloto le dio a la chica su billetera como recuerdo.

Otra de las curiosidades que contaron estas chicas después de la guerra fue que, si bien algunos pilotos en privado se mostraban temerosos y preocupados, en público, y especialmente antes volar y al despegar, siempre eran valerosos y seguros. Lo mismo ocurría en el otro lado. Las chicas sonreían y mostraban orgullo por los soldados al verlos despegar, pero en realidad estaban abatidas. Llevaban semanas conociéndolos y tratándolos y los veían desde la pista de despegue partir hacia la muerte.

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