Animales

Bruto, el perro de Juan de Aragón que veló su cadáver

Son muchas las historias de perros y hombres, en los que los animales demuestran su amor y lealtad. Algunos de esos amigos ya han pasado por Curistoria, como Willie, el. bull terrier del general Patton. La curistoria de hoy es parecida. El protagonista es Bruto, el perro de Juan de Aragón que veló su cadáver en 1497. Como veremos, el amor de Bruto por Juan fue más allá de la muerte del joven infante. Viendo cosas así no es extraño que queramos tanto a nuestros perros.

Bruto, siempre andaba cerca de Juan de Aragón

Juan de Aragón, hijo de los Reyes Católicos, nació en 1478. Era el segundo hijo del matrimonio real, pero el primer varón. Dentro del acuerdo doble de matrimonio que Isabel y Fernando planearon para unir sus armas con las de los Habsburgo, Juan debía desposar a la hija mayor de Maximiliano I, Margarita de Austria.

La espera de la prometida, que venía del otro lado de Europa, se le hizo a Juan más amena gracias a Bruto, su perro, que solía pasar el tiempo a su lado. Bruto era un lebrel, no muy grande, claro de pelo y con alguna mancha, aunque en algún otro lado, en cambio, he leído que era un mastín. Siempre había estado cerca de Juan y respondía a sus llamadas e instrucciones, trayéndole cosas e incluso avisando a personas, a requerimiento del infante.

Los jóvenes Juan y Margarita se casaron en Burgos en marzo de 1497. Pero poco duró la luna de miel, y que al poco tiempo el infante enfermó. Las típicas fiebres de hace siglos, que en lugar de fiebres serían alguna infección o similar, tuberculosis probablemente.

El perro veló el cuerpo de su amo en la catedral de Salamanca

El recién casado paró en Salamanca camino de la boda de su hermana, y allí falleció el 4 de octubre de aquel 1497, con tal sólo 19 años. Murió en los brazos de su padre, mientras que la reina Isabel, su madre, estaba de viaje. En la catedral de Salamanca se colocó el féretro con su cuerpo para el funeral. Al lado de él, de manera irremediable, estaba Bruto, el perro del joven príncipe. Tan sólo se apartó puntualmente para salir a hacer sus necesidades fuera de la catedral.

Tras el funeral en la catedral de Salamanca, los restos del infante fueron llevados al Real Monasterio de Santo Tomás, en Ávila, pero el perro se quedó en Salamanca. No se movía del último lugar en el que había sentido a su dueño cerca y rondaba por la catedral. Recibió cuidados durante algún tiempo e incluso le colocaron un cojín para que no estuviera sobre el frío del suelo catedralicio. Finalmente, la reina se lo llevó. Sin duda, era uno de los mejores amigos que había tenido su hijo y Bruto, el perro de Juan de Aragón que veló su cadáver, merecía todo el cariño del mundo.

El cuadro que acompaña a la entrada es una pintura de Salvador Martínez Cubells de 1877. En ella se ve a la Reina Isabel y al cardenal Cisneros educando a Juan de Aragón. El cuadro, que está en el Museo del Prado, muestra un perro a los pies del joven. Quizás Cubells conociera la historia y quería también que Bruto tuviera un lugar en su pintura.

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  • A juzgar por la pintura -no olvidemos que antaño era lo que ahora es la fotografía-, se trata de un mastín. ¡Si es que es cierto eso de que una imagen vale más que mil palabras!

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