El uso de perros en la Segunda Guerra Mundial

(Samoyedo en la nieve)

Los animales han sido utilizados por el hombre en las guerras desde hace siglos y siglos, y eso no es algo que nos llame la atención. Lo que sí parece más extraño es que en conflictos contemporáneos, donde las armas, la tecnología y el modo de combatir nos lleva a pensar lo contrario, siguen ahí presentes. Y por si esta sorpresa fuera poca, hoy vamos a ver cómo se entraba a los perros en la Segunda Guerra Mundial para que formaran parte del ejército, para que tuvieran su cometido en la batalla.

Durante la Segunda Guerra Mundial fueron varios los países que entrenaron perros para que llevaran a cabo distintos cometidos. Como era de esperar, en algunos casos su destino era terrible. De hecho, rusos y japoneses utilizaron perros del modo más cruel posible. Ataban bombas a los animales y los enviaban a las líneas enemigas, donde acababan volando por los aires.

Se estima que los rusos entrenaron de un modo u otro a unos cincuenta mil perros en aquella época, antes y durante la guerra. Su cometido en ocasiones era descubrir dónde estaba el enemigo e incluso atacarlo. Otros fueron entrenados para rescatar y ayudar a soldados heridos. Los perros se mueven rápido en la nieve y cuando localizaban a un herido debían en primer lugar tenderse a su lado para darle calor y además ayudar a que fuera rescatado, avisando de la presencia del herido con sus ladridos. Hubo un animal que rescató durante sus años de servicio, gracias al calor de su cuerpo, a dieciséis hombres, recibiendo una mención especial por ello.

Había una destino especial para los samoyedos blancos: el rescate en la nieve. Localizaban a un hombre herido en mitad de la nieve, habitualmente también vestido de blanco, y lo arrastraban silenciosa y pacientemente hasta ponerlo a salvo.

Volviendo al caso de los perros-bomba, los rusos solían mantenerlos hambrientos y escondían comida bajo los tanques, de tal forma que al final los animales buscaban su alimento bajo ellos. Así, cuando eran liberados con la bomba adosada a su cuerpo, corrían, hambrientos como estaban, hasta los tanques enemigos y entonces la bomba se accionaba. Aunque este método se mostró muy efectivo, en ocasiones no todo salían bien, ya que los perros volvían sobre sus pasos y acababan en las propias líneas rusas.

Fuente: Military’s strangest campaigns and characters, de Tom Quinn

Curistoria

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