Según el diccionario de la RAE, una charlotada es un “festejo taurino bufo”, en su primera acepción, o una “actuación pública, colectiva, grotesca o ridícula”, en la segunda. Yo conozco bien la primera definición, la taurina, aunque no viene al caso el porqué.
Los más avezados etimólogos entre los lectores, habrán asociado rápidamente la palabra charlotada con Charlot, nombre artístico del clásico actor de cine Charles Chaplin. Y siendo una buena deducción, es acertada únicamente en parte. La palabra charlotada nace de Charlot, cierto, pero sólo siendo este el apodo del torero Carmelo Tusquellas. Este hombre era un torero cómico que en sus actuaciones copiaba el vestido y la forma de andar, moverse… del Charlot original. Es decir, sí, pero no.
El 24 de febrero de 1967 la Vanguardia publicó en su obituario una nota sobre Tusquellas. Muerto a los 73 años. Había comenzado su carrera siendo ser un torero “serio”, con el apodo de “El Relojero”, pero viendo el éxito de Rafael Dutrús, “Llapisera”, como torero bufo por las plazas de España, Francia, Perú, México… decidió “cambiar de tercio”. Y de allí nació la charlotada, festejo taurino que sin duda comenzará en breve a salpicar España en sus fiestas.
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