Aunque es un término muy común en los medios de comunicación, probablemente no sea tan conocido el origen de la palabra tory. A pesar de que hoy se usa sin ninguna connotación peyorativa, ser un tory era un insulto.
Según la RAE, un tory es un miembro del partido conservador de Gran Bretaña. Dice también que debe usarse únicamente con ese sentido y que podría sustituirse por conservador. Además, aconseja que se escriba con resalte tipográfico, por ser un extranjerismo.
En la actualidad es una palabra más dentro del vocabulario habitual y no tiene más connotaciones negativas que las que uno quiera atribuirle por ser de un determinado bando político. Pero, en su origen, tory era un insulto, y no manera metafórica.
Este término asociado a la política se lo debemos a Titus Oates, que fue un sacerdote anglicano del que se dice que inventó el conocido como Complot papista. Esta acusación falsa aseguraba que algunos miembros de la Iglesia católica habían conspirado para asesinar al rey Carlos II de Inglaterra. Aquella falsedad no resultó inofensiva y 22 personas fueron ejecutadas por su relación con un complot que no existió.
De esa crisis política surgieron dos frentes, los tories y los whigs. Estos segundos apoyaban la exclusión del católico Jacobo, duque de York y hermano de Carlos II, de la línea de sucesión. Temían que su religión se implantara de nuevo y en base a ella se redujeran ciertas libertades. Los tories, en cambio, estaban a favor del duque, a pesar de su catolicismo.
La palabra tory proviene del irlandés y venía a ser un término para denominar a un ladrón o forajido. Normalmente, aquellos ladrones que atacaban a los colonos ingleses. En torno a 1680, Oates lo empleó por primera vez para referirse a los que hoy llamamos conservadores. En realidad, para denominar a cualquiera que fuera contra el gobierno inglés y a favor del católico duque de York.
No acaba ahí la cuestión, porque whigs también es un término peyorativo. Proviene de la palabra whiggamore, que era equivalente a decir ladrón de caballos. Como vemos, insultos entre grupos políticos, nada nuevo bajo el sol. Cada bando llamando al otro ladrón y al final hicieron el nombre suyo. Quizás fuera la mejor estrategia posible.
Algo parecido pasó con los sans-culottes franceses. En tiempos de la Revolución Francesa, las clases altas de la política y los aristócratas llevaban unas calzas elegantes y ajustadas a la pierna. En cambio, los trabajadores y artesanos, las clases bajas, llevaban pantalones largos, como los que se ven en la imagen inferior. Por esto, los enemigos políticos de estos representantes de la parte baja de la sociedad los llamaban despectivamente sans-culottes. Literalmente, sin culote.
Más tarde, esos mismos desarrapados hicieron suyo el apodo con orgullo y se reconocieron a sí mismos como tales, como gente sin culotes. Le dieron la vuelta al término y pasó de ser despectivo a ser un símbolo. Como decía, quizá sea lo más inteligente en este tipo de situaciones.
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