Las trampas de Franco para arrasar en las elecciones

Las trampas de Franco para arrasar en las elecciones

He estado leyendo este fin de semana un interesante libro de Fernando Hernández Sánchez titulado Falsos camaradas, en el que se describe en detalle las instrucciones destinadas a los presidentes de mesa del referéndum sobre la Ley de Sucesión de 1947. Esas instrucciones muestran sin tapujos las trampas de Franco para arrasar en las elecciones, para que saliera lo que él quería en el referéndum.

Las trampas de Franco para arrasar en las elecciones iban de votar en nombre de otro a hacer un recuento totalmente ficticio

El 6 de julio de 1947 se celebró en España el referéndum sobre la Ley de Sucesión, en plena postguerra y con Franco en los primeros años de su poder. Digo primeros porque aunque el dictador llevaba ya 8 años en el gobierno, hay que tener en cuenta que estuvo casi otros 30. Eran la primera votación tras la Guerra Civil y la ley que se sometía a ella trataba sobre la restauración de la monarquía, aunque hacía a Franco jefe de Estado del reino de España hasta que él quisiera o aconteciera el hecho biológico. Es decir, que muriera. Por cierto, en unas semanas se cumplen 85 años del famoso parte de guerra del final de la guerra.

El resultado electoral en 1947 fue una aplastante victoria de la postura franquista. Con casi el 90% de participación, los votos favorables a la ley fueron del 93% (92,94%, exactamente). Para que esto ocurriera de un modo u otro, se habían dado unas instrucciones especiales a los presidentes de las mesas electorales. Esas instrucciones eran un pucherazo descarado. Entre otras cosas, se establecía que debía haber un excedente de papeletas ya completadas con el sí. De esta forma, si un votante tenía dudas sobre qué votar o se despistaba un poco, se debía aprovechar el momento para hacer que vote sí. Esto es sólo el principio y, si me apuran, lo más liviano entre las trampas.

Ese mismo documento destinado a los presidentes de mesa obligaba a que a las tres de la tarde, se entregara al jefe del grupo local de la Falange un listado con los nombres de las personas que todavía no habían votado. Ese listado se debía aprovechar para votar en nombre de esas personas que no estaban dispuestas a ejercer su derecho. Por supuesto, esos votantes suplantados por la Falange siempre votarían sí.

Viendo estas trampas, es lógico que ganara la opción franquista con más de un 90% de apoyos

Por si todo esto no fuera suficiente, que debía serlo casi por fuerza, se había pensado en cómo trucar el recuento. De cada 10 papeletas, “sea cual fuere su contenido, a ocho, por lo menos, [el presidente] les atribuirá SÍ, y a una o dos NO”. Cada 20 o 25 votos contados uno se cantaría como en blanco. En resumen, daba igual lo que habiese votado el censo porque el recuento era una ficción.

Y todavía quedaba una trampa más por si las cosas se ponían feas de verdad. Si la votación no se veía suficientemente clara llegando al final del escrutinio, el presidente debía romper accidentalmente la urna, aprovechando ese momento para lanzar dentro de la misma todas esas papeletas con el SÍ ya marcado.

Sabiendo todo esto, ese 93% de votos favorables a que Franco gobernara hasta que quisiera me parece hasta poco. En 1966 hubo otro referéndum, y no sé si se hicieron llegar esta mismas instrucciones a los presidentes de las mesas. De todos modos, el resultado fue el esperado e incluso mejor que el de 1947. En 1966 el 96% de los votos le decía SÍ a lo que proponía Franco, un 3% que en 1947.Las trampas de Franco para arrasar en las elecciones

6 comentarios en “Las trampas de Franco para arrasar en las elecciones”

  1. José Gregorio Piña T.

    En mi niñez, hace más de sesenta años, y luego en mi temprana juventud, presencié trampas similares en las elecciones de mi país. En esa época sólo podían votar quienes tuvieran documento de identidad vigente, laminado y con foto, el cual era muy difícil de obtener, lo que descartaba a millones de votantes.
    El sistema de votación era totalmente manual, con tarjetas de distintos colores para distinguir a los partidos políticos, dado el alto número de analfabetas.
    Un operador político del partido de gobierno acompañaba a cada votante hasta el centro de votación, lo esperaba a la salida y le exigía al votante que le enseñara el sobre con las tarjetas que le habían entregado en la mesa electoral, para comprobar que el resto de las tarjetas, las de los otros candidatos distintos al del partido de gobierno, estuvieran todavía en ese sobre.
    Además, los partidos pequeños no tenían representantes en todas las mesas de todos los centros de votación, por lo que los partidos mayoritarios, dos, se repartían proporcionalmente los votos de todos aquellos partidos sin representantes en la mesa.
    Adicionalmente, al final lo que contaba para efectos del conteo centralizado de los votos, eran las actas de cada centro electoral, y había un dicho de que «acta mata votos», es decir, que lo que valía era lo declarado en las actas; sin que hubiera ninguna auditoría posterior de los votos.

    1. José Gregorio Piña T.

      También había miembros del partido de gobierno, con múltiples documentos de identidad, fraudulentamente expedidos por las autoridades, que votaban varias veces bajo identidades distintas, incluidos los fallecidos, ya que no se depuraba el registro electoral. Por supuesto, no existía forma de verificar la huella dactilar de cada votante.

      1. ¡Madre mía! Gracias por la aportación. Y además luego harían ver, como aquí, que eran elecciones y que por lo tanto la gente había aprobado la propuesta o lo que fuera.
        Saludos.

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