A grandes malos, grandes remedios, asegura el dicho. Quizás se pueda aplicar a la situación que vivió el líder soviético Kruschev en el funeral de su primera mujer, para poder conjugar la necesidad de enterrarla con sus ideas políticas en contra de la religión. Kruschev pasó el féretro de su esposa sobre el muro del cementerio, para evitar la iglesia.
Nikita Kruschev era un hombre de convicciones. Nacido en abril de 1894, dirigió la Unión Soviética durante gran parte de la Guerra Fría, y, por lo tanto, dirigió todo el bloque comunista. Fue el sucesor de Stalin, nada menos. Pero la historia que quiero contarles hoy es de mucho antes de ese momento de sumo poder, de tiempos de la Primera Guerra Mundial.
Se libró de ir al frente en 1914, cuando comenzó la guerra, porque era un obrero cualificado de la empresa metalúrgica, y se entendía que hacía mejor servicio en su puesto de trabajo que en el frente. Ya entonces estaba se involucraba en los derechos de los trabajadores y en política. Ese año, 1914, se casó con su primera mujer, Yefrosinia Písareva.
Kruschev pasó el féretro de su esposa sobre el muro del cementerio, para evitar la iglesia, fiel a su compromiso contra la religión
Al acabar la guerra, en 1918, ya era comisario político de los bolcheviques. Pero la Primera Guerra Mundial en Rusia acabó para dar paso a más guerras, ahora internas. Esas guerras provocaron hambrunas y enfermedades, y la pobre Yefrosinia fue una de las víctimas de todo aquello. El tifus se la llevó, mientras Kruschev estaba en el frente reclutando y adoctrinando soldados, como buen comisario político.
Un comisario político debía tener un compromiso absoluto con las ideas del partido. Y entre otras cosas, esas ideas establecían que la religión era el opio que atontaba las cabezas, así que la religión y Kruschev eran enemigos.
Cuando el líder soviético volvió a casa para enterrar a su buena mujer, se encontró con un problema gordo. Él, por principios, no podía pisar una iglesia. Pero la única forma de llegar al cementerio donde debía ser sepultada su esposa era cruzando la iglesia local. En ese dilema, y no hay que olvidar que estamos hablando del funeral de su esposa, el tipo que más tarde se quitaría un zapato para aporrear con él la mesa en la ONU, encontró una solución.
Organizó a sus amigos para que unos se colocaran por dentro de la tapia del cementerio, y otros por fuera. Y así, sobre las cabezas de unos y otros, el féretro con el cuerpo de Yefrosinia entró en el cementerio sin pasar por la iglesia. Esto permitió a Kruschev cargar con su esposa hasta la tumba, evitando hacer la más mínima concesión a la religión.
Por supuesto, no todos los familiares y asistentes al funeral estuvieron de acuerdo con cómo hizo las cosas Kruschev. Muchos movieron la cabeza con desaprobación y pensaron que era algo absurdo o exagerado. Muchos pensaban así, pero claro, no eran comisarios políticos bolcheviques. Esta anécdota la contaba en uno de sus libros Serguéi Jrushchov, hijo del segundo matrimonio del líder ruso.