Es conocida la frase de Orwell que asegura que la historia la escriben los vencedores. Y tras ella está implícito que los perdedores lo serán doblemente, en su momento y en la historia. Y a esos perdedores, al menos a algunos de los grupos de perdedores más significativos de la historia, se dedica el libro Historia de los perdedores, de Luis E. Íñigo Fernández.
Quizás el inconsciente nos lleve a pensar que los perdedores de la historia son los que perdieron una guerra o una batalla. Pero nada más lejos de la realidad. Los verdaderos perdedores no perdieron una guerra, perdieron una forma de ver y de estar en el mundo. Cuando uno se ve en medio de una guerra, y lo digo con cierta osadía porque nunca me he visto en ello, sabe que puede ganar o perder. Está combatiendo. En cambio, cuando uno tiene una forma de ver el mundo o se mueve en una determinada estructura social y aquel o esta se desmoronan, se suma a ser un perdedor el desconcierto de no comprender por qué. Muchas veces, ni siquiera se sabía que el mundo está cambiando hasta que es obvio.
Íñigo Fernández recorre la historia de los perdedores en 20 capítulos, cada uno de los cuales se dedica a un tipo o grupo de perdedores. El orden es relativamente cronológico. Y no porque el tiempo siempre sea relativo, sino porque hay casos en los que esos perdedores han estado recibiendo la cruz de la moneda durante siglos. Es el caso, por ejemplo, del capítulo dedicado a los judíos o a los ancianos.
En otros casos el ámbito es más reducido, temporal y geográficamente, pero siempre hablamos de cambios o sufrimientos que afectaron a la sociedad o que dejaron una muesca en la historia. Desde los neandertales, que perdieron la carrera de la evolución frente al sapiens, vamos pasando por los campesinos egipcios, los esclavos romanos, los herejes cristianos, las brujas, los nativos, los castellanos, los contrailustrados, los colonizados…
De todos ellos arranca el autor mostrando un momento clave, casi una epifanía en algunos casos, del cambio o de la situación que marcó a los perdedores. Ahí Íñigo Fernández deja irse un poco más la parte narrativa. Pero enseguida embrida el texto para volver al ensayo histórico, documentado y concreto, en el que se explican por qué perdieron los que perdieron y cómo era la situación en la que se vieron.
Una cosa de agradecer son las notas a pie de página (a pie de página y no al final del libro, lo que merece mis aplausos) donde se pueden ver referencias para ampliar información o de dónde provienen las ideas. Y esto es importante, ya que en algunos casos aún hay cierta polémica o niebla en torno a los perdedores y sus circunstancias. Lo que es una muestra más de que todavía hay cosas que decir y que, como suele ser habitual, no todo es blanco o negro.
Es un libro para hacer un repaso de esas sombras de la historia y que quizá sirva de punto de partida para profundizar en algún caso concreto. Por ejemplo, para comprender mejor a los contrailustrados o para conocer más profundamente la situación de los campesinos y los obreros en la Revolución Industrial.
Es un libro interesante para entender que a menudo los perdedores lo fueron y lo son tan sólo porque, como decía, su forma de ver el mundo no fue la que prevaleció y cayeron en la parte injusta de la vida. Pero no porque fueran mejores o peores que otros, sino porque las circunstancias los arrasaron. Circunstancias enormes, globales, pero que afectaron a la vida particular de millones de personas. Sin duda eso es una buena lección, la más útil del todo el libro, si me apuran. No es poco conocer la historia, comprenderla, y además comprender también nuestro tiempo un poco más. Porque hoy, aunque nos parezca diferente, no es más que otro paso en la historia del hombre y también dentro de unos siglos nos verán a nosotros como hoy vemos nosotros a los que vivieron hace 500 o 1.500 años, por ejemplo. Y hoy también hay perdedores que lo son por mala suerte o por injusticia. Sin más.º
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Gracias por tu comentario, Manuel. Me agrada mucho que te haya gustado el libro. Espero que a los lectores también les guste. La intención esa esa, y también animar a la reflexión y recordar que la historia sirve, sobre todo, para hacernos un poquito más libres.
Gracias a ti, Luis, por tomarte la molestia de escribir el mensaje.
Un saludo.