Si hace poco les decía que Misisipi no abolió oficialmente la esclavitud hasta 2013, hoy vamos a ver cómo España también arrastró los pies con el decreto de expulsión de los judíos. Es normal que las cosas, en ocasiones, se enreden y algunas administraciones no sean tan ágiles como debieran. Hay casos extremos, como el de esa carta de un soldado de la Segunda Guerra Mundial que ha sido entregada a su familia hace unos días. Han sido 76 años de envío postal. Pero 76 años son pocos si tenemos en cuenta que el decreto medieval de expulsión de los judíos estuvo vigente hasta 1969.
El 31 de marzo de 1492, hace 530 años, se promulgó el Decreto de Granada, que en realidad fueron dos. En él los Reyes Católicos obligaban a los judíos a abandonar los territorios de las coronas de Castilla y Aragón. Se les concedían 4 meses para hacerlo, aunque luego se alargaron algún día más. No era algo nuevo aquel trato para los judíos. Francia los había expulsado en 1182 e Inglaterra en 1290. Y así otros lugares de Europa. Con seguridad esto hizo que algunos acabaran en la península Ibérica, para repetir expulsión unos siglos después.
Los expulsados no podían llevar consigo metales preciosos, ni armas o caballos, y se les advertía que la expulsión era definitiva. Si volvían a los territorios castellanos o aragoneses, la condena era la muerte. A pesar de esto existe la leyenda, que desconozco cuánto tiene de realidad, que asegura que muchos de los judíos que abandonaron sus casas conservaron la llave para volver algún día. Y la conservaron durante décadas y hasta siglos, dice la leyenda, pasando la misma de padres a hijos.
Aunque hubo cambios técnicos en las leyes, cuando en Aragón comenzaron a regir leyes castellanas, podríamos decir que hasta la segunda mitad del siglo XIX el decreto de expulsión estaba en vigor. Esto no quiere decir que no hubiera judíos en España, pero las leyes eran las que eran. La Constitución española de 1869 establecía la libertad de culto y por lo tanto dejaba sin efecto, ya del todo, el Edicto de Granada, como también se conoce a aquella norma de 1492. La Constitución prevalecía frente a aquella antigua norma, pero oficialmente la expulsión seguía en vigor.
No obstante, esa libertad de culto permitió que en 1917 ya hubiera una congregación judía en Madrid. Poco a poco, el judaísmo fue teniendo más presencia pública en España, pero aún así el Decreto de Granada seguía en el corpus jurídico. Su anulación llegó el 16 de diciembre de 1968, 476 años después de la promulgación, aunque fue derogado formalmente un año después, del 21 de diciembre de 1969. Fue un ministerio franquista el que lo hizo, lo que no deja de ser curioso por aquella retahíla de la época sobre el enemigo y el contubernio judeo-masónico.
De algún modo, el último hito de este viaje de ida y vuelta de los judíos ocurrió hace pocos años, cuando se reconoció la nacionalidad española a los descendientes de aquellos que fueron expulsados 5 siglos antes.
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Sería curioso saber cuantos descendientes de aquellos judíos se hicieron españoles, porque imagino que tendrían que demostrar que efectivamente, eran descendientes de los judíos sefardíes o sefarditas.
Saludos desde Alcalá de Henares.
La verdad es que tengo idea de cuántos habrán sido en estos pocos años, pero algún habrá seguro. Me lo apunto para mirarlo.
Un abrazo hasta Alcalá :)