El 16 de marzo de 1914, un lunes, el director del periódico francés Le Figaro, Gaston Calmette, era asesinado por una dama. La dama era Henriette Caillaux, esposa del ministro de finanzas francés y ex primer ministro. La mezcla de política y periodismo que acabó con un asesinato en Francia tenía enredados a ministros, amantes y directores de periódico. Cartas ocultas y cartas que se publicaron. Y, al final, un muerto y ninguna condena.
Tras el atentado contra el director, los propios empleados del periódico retuvieron a la señora Caillaux hasta que llegó la policía. No se resistió, porque tampoco hubiera tenido sentido. Se puso casi fin entonces a un lío político que sufría su marido y que era azuzado por el más alto poder francés. La política en Francia parece que tiene estas cosas, como cuando hubo un duelo a espada entre dos diputados en 1967.
Calmette venía atacando durante un tiempo desde el periódico a Joseph Caillaux, el ministro marido de la asesina. Del lado del diario estaba, principalmente, Poincaré, a la sazón primer ministro de Francia. Este deseaba quitarse de en medio a Caillaux y por eso estaba a favor de los ataques que la prensa le dirigía a su oponente. Poincaré no estaba a salvo, porque Caillaux tenía cartas que demostraban que el primer ministro había negociado con el Vaticano, lo que sería un escándalo para sus socios más anticlericales. Un equilibrio delicado donde todos tenían algo que perder y unas cartas que jugar.
Le Figaro cruzó algunos límites publicando una carta del ministro Caillaux a su amante, que lógicamente enervó a su esposa. En la carta no sólo quedaba de manifiesto su adulterio, sino que también hablaba de algunos temas políticos, lo que debilitó su posición. En concreto, presumía de haber sido capaz de engañar a sus compañeros en torno a una ley fiscal.
Tras ver la carta publicada, la esposa de Caillaux fue en su coche a comprar una pistola y a continuación le pidió al chofer que la llevara al periódico. El director de Le Figaro no estaba en el despacho y la dama dijo que esperaría. Así lo hizo durante una hora, hasta que lo tuvo en frente y lo mató disparando 6 veces. De las 6 balas, por cierto, tan sólo 2 dieron en el blanco. Como vemos, no era una gran tiradora aunque, por otra parte, hay que tener en cuenta que acaba de comprar la pistola.
Joseph Caillaux era pacifista, lo que le enfrentaba con muchos de sus compatriotas. El asesinato cometido por su mujer acabó con su carrera política. Por otra parte, la destinataria de la famosa carta que publicó el diario del asesinado, acabaría siendo su segunda esposa.
La asesina salió del juicio sin condena alguna, cuatro meses después de los hechos. Ya saben, aquel argumento tan popular de haber perdido la cabeza temporalmente y actuar fuera de sí. Eso la salvó. Poco después, la Primera Guerra Mundial daba sus primeros pasos. Según parece, la opinión pública francesa estaba mucho más informada sobre este juicio que sobre los sables que se iban arrastrando por Europa y que la llevarían al desastre.
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