Cruzadas

Sigurd I de Noruega, el primer rey en participar en las cruzadas

Estoy leyendo el libro Los cruzados, de Dan Jones y publicado por Ático de los libros, muy recomendable y del que ya les hablaré con detalle en alguna entrada, y ahí he descubierto a Sigurd I de Noruega, el primer rey en participar en las cruzadas. Seguro que alguna vez había leído algo sobre él, pero no lo recordaba. El viaje de Sigurd I de Noruega desde su tierra hasta Tierra Santa es impresionante. Un viaje de 3 años por barco, a la ida, y por tierra, a la vuelta, que le llevó a guerrear en varios sitios contra los infieles, vencer y acumular un botín gigante.

El viaje de Sigurd primero le llevó a combatir a los infieles en mar y tierra, en la península Ibérica, en las Baleares y en Tierra Santa

Antes de comenzar, debemos puntualizar que, si consideramos la guerra contra los musulmanes en la península Ibérica una cruzada, como así parece que fue, no sería técnicamente el primer rey en participar en una. En la Reconquista varios reyes ya se habían enfrentado a los infieles. Pero dicho esto, de las varias cruzadas que han existido, las cruzadas siguen siendo las de Oriente Próximo, con Jerusalén en el centro. Y por eso hablo de «las cruzadas» en el título.

Sigurd, nacido en 1090, tenía otros dos hermanos, y los tres estaban bien avenidos. Su padre se llamaba Marcus Piernas Desnudas, por su predilección por las prendas de ropa cortas, y decía que la obligación de un rey era mas bien llevar a cabo hazañas gloriosas y no tanto vivir mucho. Lo cumplió. Murió cuando Sigurd tenía 13 años. Los tres hermanos se llevaban bien y se repartieron el poder sin muchos problemas, pero cuando Sigurd comenzó a ser adulto, incluso un poco antes, se lanzó a la aventura.

Conocía lo que se había hecho en la Primera Cruzada y lo que se decía de Constantinopla y decidió visitar estos lugares. En el otoño de 1107 preparó una flota y partió junto con unos 10.000 hombres. Como siempre, los cálculos del tamaño de los ejércitos de esta época son un poco dudosos. Paró en Inglaterra, sin problemas. Cuando llegó el buen tiempo del año siguiente, avanzó hasta Santiago de Compostela. Allí pasó el invierno, pero finalmente tuvo que salir escapando por problemas con los gallegos, después saquear algunos lugares para matar el hambre.

Sigurd I de Noruega, el primer rey en participar en las cruzadas, fue honrado como tal en Jerusalén

De nuevo en el mar, se toparon los noruegos con unos piratas musulmanes, que acabaron mal parados. Portugal estaba bajo gobierno musulmán, así que bajó a tierra, combatió y se llevó un jugoso botín. En torno a Gibraltar se las vio con otros piratas musulmanes, y salió de allí para contarlo. Llegó a Formentera, que era un reino de taifas, y que parecía un lugar bien fortificado e inexpugnable desde el mar.

Algunos de los habitantes de la isla vivían en cuevas en mitad de los acantilados y se burlaron de los noruegos al verlos llegar. Estos subieron unos botes de sus barcos hasta la cima y con cuerdas los usaron como ascensor para bajar hasta las cuevas y atacar. En conclusión, también en las islas Baleares Sigurd tuvo victorias y botín. De allí hacía el este, por el Mediterráneo, las cosas fueron más sencillas, porque los lugares eran cristianos y no había que sacar la espada.

Una vez en Tierra Santa pelearon contra los habitantes de Ascalón, que seguía siendo uno de los lugares sin caer en manos francas, esto es, sin haber sido conquistada en aquella Primera Cruzada. Su gran aportación más destacada a la cruzada estuvo en la toma de Sidón, ayudando a Balduino I a conseguirlo.

Volvió a Noruega, desde Constantinopla, atravesando Europa a caballo tras dejar sus barcos atrás

Sigurd, al ser el primer rey occidental, aunque fuera más bien nórdico, en llegar a Jerusalén tras su conquista, fue recibido con todos los honores. Tanto es así que hasta le obsequiaron con un pedazo de la Veracruz. Ya de vuelta, en Constantinopla también fue honrado y recibió cantidades enormes de oro y todo tipo de regalos. Allí Sigurd cambió los barcos por caballos, donando para las iglesias del lugar los dragones dorados que iban en la proa de su barco.

Tras todo esto, y con sólo 20 años, Sigurd cruzó Europa de sureste al norte y volvió a su casa, para reinar después de todas aquellas aventuras. Nunca dijo, al menos que se sepa, que era un cruzado o que acudía a la llamada papal. Pero su viaje tenía un componente religioso claro. Sigurd I de Noruega reinó hasta su muerte en el 1130 y recibió el sobrenombre de el Peregrino de Jerusalén. Bien se lo había ganado después de aquel viaje alucinante que le llevó a ser el primer rey en participar en las cruzadas.

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