Comenzaré resaltando un pequeño detalle sobre el título de la entrada: está en pasado. Sí, las páginas amarillas, tal y como las conocimos, ya no existen, aunque persisten como negocio digital. Era de esperar este cambio. Pero aún así ese directorio de empresas se sigue llamando igual. Y en todo esto hay un par de cuestiones interesantes. Por qué las páginas amarillas eran amarillas. Y por qué tenían ese nombre en todo el mundo, en países diferentes.
Por si alguien no ha conocido ese directorio de empresas en papel, la clásica guía, aclaré qué eran antes de seguir. Las páginas amarillas eran una guía telefónica de empresas, organizada por el tipo de servicio que ofrecía la empresa. Esto es, era un gran libro de páginas muy finas, repletas de nombres de empresas, junto con su dirección y teléfono, ordenadas por aquello a lo que se dedicaba y por localidad o código postal: ebanistas, fontaneros, pizzerías, zapateros… Así, uno podía buscar hace años, antes de que todo estuviera en Internet a nuestro alcance, al zapatero más cercano a su casa o el teléfono del restaurante en el que quería reservar para el fin de semana.
La historia de las páginas amarillas comenzó en Estados Unidos en el siglo XIX, concretamente en 1883. Ya entonces existían las guías de teléfonos, donde uno buscaba el teléfono de una persona o negocio. Una imprenta de Cheyenne, en Wyoming, recibió el encargo de imprimir una de aquellas guías. Se quedó sin existencia de papel blanco, durante el trabajo, y decidió usar papel amarillo. Ahí, por esa sencilla razón, comenzaron a existir en ese color y a conquistar países, porque la imprenta no tenía suficiente papel blanco.
Las imprentas, esos sitios desde los que el mundo ha creado maravillosos libros y tipografías interesantes, pero también las páginas amarillas o el aire acondicionado.
El negocio como tal no existió hasta tres años después, cuando Reuben H. Donnelley creó ese directorio de empresas, que ya de manera oficial se llamaba Páginas Amarillas. Donnelley había firmado un contrato con la compañía de telefónica de Chicago para publicar ese directorio de teléfonos de las empresas. La empresa de telecomunicaciones consideró como una gran ayuda para sus abonados, disponer de un directorio en el que encontrar el teléfono al que llamar. En mi opinión, una decisión cargada de sentido común.
Y por esto, porque era una gran idea y muy útil para la gente con teléfono, no es extraño que el modelo creciera y se extendiera por todo el mundo. La empresa de Donnelley firmó contratos, a comienzos del siglo XX, con otras muchas compañías. En España el negocio llegó en 1967, de la mano de Telefónica, como era de esperar.
En resumen, a la pregunta de por qué las páginas amarillas eran amarillas casi hay que responder que por casualidad. Porque una imprenta agotó su papel blanco. Pero tras esa casualidad, la idea de separar en páginas de color blanco los teléfonos de los particulares y en amarillas los teléfonos de las empresas es todo un acierto. Un acierto de marketing y un acierto para la facilidad de uso del abonado del teléfono.
Fuente de la imagen: http://www.onlinemarketingdenver.net/forms-advertising-2/yellow-pages/
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