Quizás las dos veces que el mundo ha estado más cerca de desaparecer hayan sido en la Guerra Fría. Por mundo, lógicamente, me refiero a una gran parte de la población. Y cuando hablamos de esas dos veces, pero no son las únicas. En 1973 casi se desencadena la catástrofe por un error humano. Quizás hayamos estado otras veces al borde de la destrucción, como cantaba Barry McGuire, y no lo sabemos aún. Los rusos que evitaron la Tercera Guerra Mundial, en dos ocasiones, merecen una entrada por haber tenido el sentido común de no dar el último paso que liberara la guerra nuclear.
Por cierto, hablamos de Tercera Guerra Mundial, pero no está claro cuántas guerras mundiales ha habido. En esta entrada de Curistoria ya hablamos del tema. Dicho esto, todos sabemos a qué nos referimos.
Septiembre de 1983, Stanislav Petrov dudó de la alerta del sistema
En septiembre de 1983, el oficial soviético Stanislav Petrov estaba ante su ordenador en un búnker cerca de Moscú. La pantalla le avisó de que los Estados Unidos acaban de lanzar un ataque con misiles nucleares contra la Unión Soviética. Según él mismo, las alertas de misil lanzado y ataque con misiles parpadeaban en la pantalla a la vez que la sirena del búnker sonaba.
Su obligación habría sido llamar a sus superiores y avisar, lo que desencadenaría la respuesta del bloque comunista al ataque. Esto es, misiles soviéticos saldrían en búsqueda de objetivos en occidente. Y, probablemente, la reacción en cadena de ataque y contraataque acabaría con el mundo.
Petrov levantó el teléfono y en lugar de avisar del ataque que le decía el ordenador que estaba teniendo lugar, avisó de que el sistema estaba funcionando mal y emitía falsas alarmas. Después de 23 minutos, supongo que muy tensos, dio por hecho que no había ocurrido nada ya que de algún modo se habría enterado ya. Petrov había evitado la Tercera Guerra Mundial.
Un hombre con la mente fría en momentos de tensión máxima, nos salvó
Petrov mantuvo la cabeza fría y pensó que un ataque nuclear de Estados Unidos no se haría con tan pocos misiles como detectaba el sistema. No hay que olvidar que en ese momento había más armas nucleares en poder de EEUU y la URSS que en cualquier otro.
Pero decía que los rusos que evitaron la tercera guerra mundial, porque el caso de Petrov no es único, sino que hablamos de dos soviéticos que han salvado al mundo de la destrucción.
Uno fue Petrov y el otro fue Vasili Arkhipov, o Arjipov, como lo escriben en algunas fuentes. Arkhipov, militar también, servía en un submarino durante la Crisis de los Misiles Cubanos de 1962. Es decir, su acción, anterior a la de Petrov, ocurrió en un contexto de tensión máxima, y con toda probabilidad ha sido el momento con mayor riesgo de que la Tercera Guerra Mundial comenzara.
Arkhipov, ganó una discusión y quizás nos salvó a todos
Fue a finales de octubre de 1962 y el submarino ruso B-59 fue atacado después de que buques estadounidenses lo detectaran y le pidieran salir a la superficie. Al no hacerlo, comenzaron a recibir un ataque con cargas de profundidad, aunque estas llevaban poca carga explosiva. Los rusos llevaban días navegando y no conocían bien la situación, por lo que tomaron aquello como una acción de una guerra que seguro había comenzado sin ellos estar al tanto.
Según las normas del ejército soviético en aquel momento, los tres oficiales principales del submarino tenían que estar de acuerdo en el lanzamiento de un ataque. En este caso, disparar torpedos con carga nuclear. Arkhipov era el segundo en la cadena de mando de la nave y se mantuvo en contra de la decisión de responder al ataque desde la superficie.
Arkhipov fue capaz de convencer al capitán, Valentin Savitsky, para que cambiara de opinión. Los momentos entre ellos dos y el tercero en la discusión, Ivan Maslennikov, fueron más que complicados. Con toda probabilidad aquella hubiera sido la primera pieza del dominó en caer y al final de las piezas estaba la hecatombe. Arkhipov argumentaba que habían sido localizados y que si quisieran enviarlos al fondo ya lo habrían hecho, por lo que un ataque nuclear carecía de sentido.
Al final el B-59 salió a la superficie y todo acabó bien. Nunca sabremos en realidad cuánto le debemos a Petrov y a Arkhipov los rusos que evitaron la Tercera Guerra Mundial, probablemente. Pero les debemos un recuerdo y, quién sabe, quizás la vida.