Algunos retratos de Winston Churchill son tan icónicos y populares que es complicado no pensar en ellos cuando oímos su nombre. Probablemente el más destacado de todos los retratos, en este sentido, sea el que le hizo el fotógrafo Yousuf Karsh en 1941. Esa imagen está en infinidad de libros, carteles, webs e incluso en los billetes de 5 libras. La historia tras la foto más famosa de Churchill es curiosa, y por eso nos paramos ella.
También está, por cierto, en la portada de la última biografía de Churchill, escrita por Andrew Roberts, autor de La tormenta de la guerra, libro que les recomiendo, o de una extensa biografía sobre Napoleón, que está cerca de donde estoy escribiendo, colocado en la estantería con la portada hacia fuera.
Según el propio fotógrafo, le cambió la vida y nunca soñó con una foto como esa, una de las más reproducidas de la historia. Como decía, fue tomada en 1941, cuando el Primer Ministro visitaba Ottawa. Karsh había sido invitado a retratar a Churchill después de su discurso en el Parlamento canadiense. Había preparado las luces y la cámara en una sala, a donde debía ir Churchill después de hablar.
Cuando el político y sus acompañantes entraron en la sala, Karsh encendió los focos y el británico comenzó a quejarse.
—¿Qué es esto?¿Qué es esto?
—Señor, esperaba ser tan afortunado como para tomar un retrato digno de esta ocasión histórica.
—¿Por qué nadie me había avisado?
Los asistentes de Churchill no se tomaron sus palabras muy en serio y más bien sonrieron, pero Karsh se puso un poco nervioso. El Primer Ministro encendió un puro, dio una calada y dijo con seriedad:
—Puede usted tomar una [foto].
Según el propio Karsh, le ofreció un cenicero para que dejara el puro, pero Churchill lo rechazó. El fotógrafo se puso tras la cámara, revisó todo, comprobó que la luz y la cámara estaban bien y esperó al momento ideal para disparar. Churchill seguía con el puro en la boca, mordisqueándolo y moviéndolo entre sus dientes. Karsh, seguía esperando.
Entonces, Karsh se acercó a Churchill y le quitó el puro de la boca, directamente, a la vez que le pedía disculpas. Volvió a su cámara y, de nuevo según Karsh, le pareció tan beligerante y enfadado que parecía que lo iba a devorar. Justo en ese momento disparó la cámara y tomó la foto. Consiguió que la historia tras la foto más famosa de Churchill, quedara reflejada en ella de algún modo.
Ese gran retrato, como todos los grandes retratos, capturan en un momento el carácter de la persona. La mirada de Churchill en la foto de Karsh lo dice todo, un hombre serio, con determinación y que mira de frente, directo.
No obstante, aquella no fue la única foto. Después de la primera, que es la que se ha hecho histórica, Churchill sonrió y le dijo que tenía permiso para tomar otra. La sonrisa asoma en esa segunda a la cara del inglés, más relajado. Quizás hasta divertido por cómo Karsh le había quitado el puro de la boca. El Primer Ministro le dijo finalmente, como halago, que incluso podía hacer que un león rugiente se estuviera quieto para ser fotografiado.
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