Ya les he recomendado alguna vez el libro Aquí yacen dragones, de Fernando León de Aranoa. Está repleto de buenas y estimulantes ideas. En una de sus historias habla de cómo los asesinos precavidos matan por la espalda. Conocen el peligro de los optogramas, lo que ves antes de morir queda en tu retina, por lo que pueden ser ellos esa imagen. Si te mata un asesino cara a cara, su rostro. Esto se pensaba en el pasado, e incluso no hace mucho se han hecho pruebas al respecto, con tecnología moderna.
El ojo humano es algo maravilloso y su estudio y descubrimiento a lo largo de la historia, también. Lo relata muy bien otro libro que les recomiendo El ojo desnudo, de Antonio Martínez Ron. Hacer conjeturas y experimentos con las capacidades de hace siglos, no es algo trivial, y aunque no llegaran a buen puerto, esos experimentos son admirables. Ya saben que el mundo de la ciencia, se camina a hombros de gigantes.
Igual que se revela una foto, se puede revelar un optograma
En 1878, Wilhelm Kühne se preguntó se preguntó si no ocurriría en nuestro ojo algo parecido a lo que ocurre con las placas fotográficas. Quizás, pensaba Kühne, lo que vemos quede de alguna forma registrado en el ojo y sólo se pierda o modifique con la siguiente imagen que veamos. Para comprobarlo, este científico hizo varios experimentos. Bien es cierto, que aunque Kühne vivió en el tiempo donde pensar esto tenía cierto sentido científico, ya en el siglo XVII hubo quien planteó la idea. Un fraile llamado Christopher Schiener se topó con una imagen en la retina de una rana que disecaba, o al menos eso creyó, y fue el padre de la optografía como teoría.
En varios de sus experimentos, Kühne consiguió un optograma, esto es, precisamente esa imagen registrada en la retina humana justo al morir. Tomó un conejo, albino, para más señas. Le cubrió la cabeza durante unos minutos para que el ojo fuera más receptivo, para que la rodopsina se acumulara en él. Tras descubrir la cabeza del animalito, lo tuvo mirando directamente a una ventana durante tres minutos. Aquella ventana fue la última visión del conejo, porque al momento Kühne lo decapitó y le extrajo los ojos para estudiarlos.
El primer optograma de la historia
Diseccionó los globos oculares y tras aplicar algunos productos químicos para mantener la posible imagen fija en el ojo, hizo algo así como un revelado de la retina del conejo. Lo que obtuvo fue la siguiente imagen, un optograma. El primero de la historia.
Juzguen ustedes mismos si la ventana que miraba el conejo cuando murió está en la imagen. Se llegaron a hacer pruebas con humanos. En concreto, con un guillotinado, aunque no resultó nada en claro del estudio de sus ojos tras la muerte. La idea tras los optogramas: lo que ves antes de morir queda en tu retina; perdió mucha fuerza. Del caso humano tan sólo salió una forma geométrica que no decía nada.
La optografía, un filón para la ficción
Esta idea de la optografía y los optogramas, sobrevivió durante algún tiempo, arrastrada por el mito. En 1924, el forense que trabajó en el caso del asesino en serie Fritz Heinrich Angerstein, aseguró que en las retinas de dos de las víctimas había visto al acusado, con un hacha en la mano. Si dice también que algo se hizo en el caso de Jack El Destripador. En cualquier caso, parece que la optografía tiene poco de sentido científico, pero mucho de utilidad en la ficción. Desde luego, la idea es poderosa.
En 1975 se trató de repetir el experimento de Kühne, con las técnicas del momento. El resultado, de nuevo, fue malo para los amigos de la optografía. Y bueno para los asesinos, que pueden seguir matando de cara, sin miedo a que queden fotografiados en la retina de su víctima.
Esta idea se usó en Wild Wild West (1999) como un elemento fundamental del argumento. Siempre me había preguntado cual sería su base científica.
Saludos!
Gracias por comentar. Lo cierto es que no hay base científica, así que se queda en eso, en un buen elemento para la ficción.
Saludos.