Hablando del ruso que se salvó tras caer de 7.000 metros en la Segunda Guerra Mundial, mencionaba a André Jacques Garnerin, del que decía que fue el hombre que hizo el primer salto en paracaídas. En los comentarios de la entrada, un lector que pasaba por allí me dejó información sobre Abbás Ibn Firnás, diciéndome que había sido este el inventor de paracaídas, nada menos que a mediados del siglo IX. Gracias por el comentario.
Lo cierto es que yo mencionaba a Garnerin como el hombre que hizo el primer salto en paracaídas, y si bien esto probablemente sea cierto desde un punto de vista técnico, Abbás Ibn Firnás también merece un lugar en esa lista de pioneros porque si bien no saltó de un avión, globo o algo similar, si pensó en el paracaídas como objeto. Y lo probó, además.
Abbás Ibn Firnás nació en Ronda, en la provincia de Málaga, en el año 810. Este ciudadano de al-Ándalus era un hombre de ciencia, con una formación sólida. Enseñó poesía en la corte y sus contribuciones al campo de la astronomía son relevantes para su tiempo. En definitiva, un hombre renacentista del siglo IX. Y, curiosamente, parece que tuvo en su cabeza ideas que la cultura popular colocar en la Italia renacentista, concretamente, en Leonardo da Vinci.
En el año 852 ocurrió se le ocurrió la idea del paracaídas, o de un proto-paracaídas, para ser más exactos. Pensó que una enorme lona le permitiría saltar desde una torre de Córdoba y llegar al suelo a una velocidad razonable, gracias a esa enorme lona que haría las veces de algo parecido a lo que hoy entendemos como paracaídas. Saltó y, por suerte, su idea funcionó bastante bien y salió vivo de aquella, aunque con alguna herida. No es mal balance.
En el año 875 fue un pasó más allá y pensó directamente en volar. Con unas alas de madera recubiertas de seda se lanzó de nuevo desde una torre. Estuvo en el aire unos cuantos segundos (difícil precisar cuántos), lo que tampoco se puede considerar como volar, y en el aterrizaje está vez sí se dejó algo más que un susto: se fracturó las piernas. No es tan importante si pudo o no volar, como tener la idea de cómo hacerlo y atreverse a probarlo. En base a esto podríamos decir que Abbás ibn Firnás fue el primero en volar, o al menos e intentarlo seriamente.
Aunque no es conocido, tampoco es un hombre olvidado. Hay un cráter en la luna que lleva su nombre, un aeropuerto en Irak y un puente en Córdoba, la ciudad donde falleció en el 887. En algún país árabe hasta se han emitido sellos en homenaje.
Por cierto, esta historia me ha recordado a Diego Marín, otro de los pioneros o locos que quiso volar hace siglo.