Seguro que el nombre de Patria a la mayoría de ustedes no les dice nada. Ni el de María Luisa de las Heras, ni el de María de la Sierra o María Pavlovna, entre otros. Quizás ni África de las Heras Gavilán les suene de nada. Bien, pues África nació en África, en Ceuta para ser exactos, en 1909, y murió en Moscú en 1988. Fue una de las mujeres más importantes dentro del espionaje de la KGB y, como supondrán, era española y comunista.
Su nombre en clave para el servicio secreto soviético fue Patria y su vida la llevó a ser elemento clave de la KGB en América del Sur. Hija de un abogado que además fue alcalde de Ceuta, su posición social era buena y se formó en un colegio de monjas. No obstante, en 1930 comenzó a militar activamente en el comunismo y ya en 1934, en la famosa revolución de octubre asturiana, se arremangó. En 1937, durante la Guerra Civil, fue reclutada por la NKVD, precursora de la KGB. Desde entonces, su participación en misiones y en la gestión de los agentes fue cada vez más importante.
Fue uno de los eslabones de la cadena que se construyó para acabar con Trotsky, cuando este vivía ya exiliado en México, en 1938. Durante la Segunda Guerra Mundial colaboró con los rusos en labores de comunicación como telegrafista y acabada la contienda, se hizo un hueco en París como modista, ganándose una posición en la alta sociedad. Por supuesto, seguía siendo una espía y agente de la KGB. Allí conoció a un escritor uruguayo, Felisberto Hernández, con el que se casó primero y luego viajó con él a su país.
En América del Sur sus servicios como espía alcanzaron niveles gigantescos, gracias a la creación y gestión de una enorme red es agentes al servicio de los soviéticos, que se movían por América del Sur. Era una de las cabezas de la URSS en toda América del Sur. No tardó en divorciarse, pero ya como ciudadana uruguaya, y en volverse a casar, esta vez con un italiano también vinculado con el espionaje soviético.
La pareja manejaba su red de colaboradores con eficacia desde Montevideo y no ocurría nada relacionado con la KGB en América del Sur, que no pasara por su mesa. En 1968 dejó América, después de 20 años de servicio, sin haber sido descubierta a pesar de que cada vez tenía más relevancia. Cuando llegó a Moscú, después de décadas de servicio, los honores la esperaban: coronel de la KGB y condecorada con la Orden de Lenin, entre otras. Pocas mujeres han tenido tanta importancia en el espionaje soviético. En la década de los 70 era pieza clave en los movimientos del espionaje de su bando por Europa y América.
En su tumba se puede leer Coronel África de las Heras, escrito en cirílico, y en español, junto al relieve con su cara, su nombre en clave: Patria.
Fuente: BBC