Franco y la mano de Santa Teresa de Jesús

En 1582 fallecía Santa Teresa de Jesús, aunque por entonces todavía no era santa. O sí era santa ya, pero aún no se le había reconocido como tal, no sabría decirlo. En realidad, fue hecha beata en 1614 y canonizada en marzo de 1622. Sus últimos días de vida los pasó en Alba de Tormes, en Salamanca y el jueves 4 de octubre expiró. Al día siguiente en España fue viernes 15 de octubre, y esa fue la fecha de su entierro. Nada tiene que ver Santa Teresa de Jesús con ese salto temporal de 10 días, pero es una casualidad histórica. Ese 4 de octubre fue el último día del calendario juliano en España, y al día siguiente se adoptó el calendario gregoriano, como hicieron también Italia y Portugal, entre otros lugares. Por eso el 5 de octubre pasó a ser el 15 de octubre.

Fue enterrada en el Convento de la Anunciación de Alba de Tormes, pero no estaba destinado aquel lugar para ser su descanso eterno y unos meses más tarde se exhumó el cuerpo, que estaba incorrupto. Ya saben que este hecho es considerado por los católicos como un símbolo de importancia y casi de santidad. Se le amputó una mano para enviarla a Ávila aprovechando el momento. Recuerden cómo eran de apreciadas las reliquias de santos y religiosos en aquel tiempo (no olvidemos que por entonces no eran aún santa) y el padre culpable de todo esto se quedó con un dedo de la mano amputada. Tres años después de su muerte, volvió a ser desenterrada para llevar el cuerpo a Ávila, y se le cortó un brazo, que se debía de quedar en Alba de Tormes.

Después de esto, parece que el poder de la casa de Alba se hizo valer y Santa Teresa volvió de Ávila a su lugar inicial de enterramiento. Un trajín que no merece ningún muerto, por muy santo que sea. Todos estos tejemanejes con el cuerpo de la escritora y religiosa acabaron por dar lugar a un buen número de reliquias repartidas por el mundo, y a cada vez menos cuerpo enterrado en Alba de Tormes. El brazo y el corazón están en el lugar de su sepulcro, un pie y parte de la mandíbula están en Roma, hay algo de ella en Lisboa, un recuerdo en París… y entre todos esos trozos, tenemos la primera mano que se le apuntó a los pocos meses de su muerte, la mano izquierda.

Esa mano, sin el dedo meñique que se había quedado el religioso que la amputó, fue a parar a las de Franco en febrero de 1937, en plena Guerra Civil Española. Había estado en Ronda hasta entonces y desde 1910, cuando la habían enviado allí desde Lisboa. Durante el resto de la vida del dictador, la mano incorrupta de la santa le acompañó allá a donde iba. La mayor parte del tiempo estuvo en su dormitorio, en un pequeño altar hecho ex profeso para ello y que estaba en su mesita de noche. Para el franquismo Santa Teresa de Jesús era la santa de la raza y Franco mantuvo esa reliquia junto a él hasta su muerte, ya que incluso cuando él no fue capaz de ordenarlo por su crítico estado de salud, fue llevada la reliquia desde el Pardo hasta la cama del hospital en la que Franco agonizaba.

Muerto Franco, su viuda le entregó la mano al arzobispo de Toledo, en diciembre de 1975, y este la envió a Ronda, donde estaba antes de que Franco la hiciera suya. Y allí sigue.

Curistoria

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