Babbage y la idea que cambió el mundo postal para siempre

Babbage y la idea que cambió el mundo postal para siempre

Podríamos hablar de Charles Babbage en Curistoria por varios motivos. Por ser uno de los padres de la computación, como y comentamos de refilón en la entrada dedicada a Ada Lovelace, pionera de la programación de ordenadores. También podríamos hablar de él por su invento para que los trenes apartaran a las vacas de las vías. Pero no, Babbage también revolucionó el mundo postal y dio vida a un cambio que hoy sigue vigente.

Nacido en 1791, era hijo de un banquero de Londres, por lo que, a pesar de perder parte de su herencia por decidir casarse sin el permiso paterno, tuvo el dinero suficiente para dedicarse a resolver los problemas que le estimulaban el cerebro, sin tener que preocuparse mucho por cómo ganarse la vida. Su educación fue privilegiada, pero además se formó de modo autodidacta en diferentes ámbitos. La astronomía, la estadística y, especialmente, las matemáticas, fueron algunos de sus campos predilectos.

Fue profesor y escribió artículos sobre sus inventos e ideas. Sus investigaciones también le llevaron a darse cuenta de que la anchura de cada anillo del tronco de un árbol, anillos que se pueden ver sólo talando el árbol, dependía de cómo había sido el clima en el año en concreto en que ese anillo estaba desarrollándose.

En el mundo de la estadística, hizo algunas contribuciones importantes a la estimación de la mortalidad, que las aseguradoras agradecen desde entonces. Como vemos, un hombre brillante y con intereses heterogéneos. Pensando sobre el sistema postal, cayó en la cuenta de que, en el franqueo, quizás era más caro el collar que el perro. Entonces, en el siglo XIX, se pagaba por el envío de una carta una cantidad dependiente de la distancia que debía recorrer la carta. Esto obligaba a calcular la distancia cuando el cliente se presentaba en la oficina postal, calcular el precio en función de esa distancia y cobrarlo.

Babbage pensó que, estableciendo unas tarifas comunes para todos los envíos, eliminaría el trabajo de tener que hacer todos esos cálculos para el cobro de cada uno de ellos. Y ese trabajo que desparecía, quizás ahorraba más dinero del que se ganaba con un coste variable por carta.

¿Tenía razón Babbage en su hipótesis? Si han echado alguna carta al correo en su vida y han comprado un sello con un importe determinado, ya sabrán la respuesta. Hay una variación pequeña en función de si el envío es local o internacional, eso sí, y poco más.

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