La cultura no puede entenderse sin la música clásica. A menudo, cuando alguien afirma que no le gusta la música clásica, le respondo que eso no tiene sentido. Es posible que no le atraigan ciertas épocas o composiciones, pero seguramente encontrará piezas o autores que sí le gusten. Algo similar ocurre con la literatura: cuando alguien dice que no disfruta de la lectura, probablemente es porque aún no ha encontrado el libro adecuado. Para apreciar y comprender mejor la música clásica y gran parte de nuestra cultura popular, es esencial conocer a sus compositores. En este sentido, la obra que les recomiendo hoy, Los grandes compositores de Harold C. Schonberg (enlace afiliado), es un excelente punto de partida.
Es importante recordar que la música occidental, aunque nos parezca innata, no está grabada en nuestros genes, sino que es fruto de nuestra educación. No es un camino sin continuidad, se puede trazar una evolución lógica desde las primeras partituras hasta las obras contemporáneas. Porque, en música y en casi todo, todo tiene una razón de ser que remite a lo anterior. En otras culturas, la música es distinta, ya que su historia no incluye compositores como Bach, Mozart, Beethoven, Schubert, Rossini, Wagner, Bruckner o Falla.
Como ejemplo, ya les he contando la relación entre «Smoke on the Water» de Deep Purple y la Quinta Sinfonía de Beethoven. O escuchen el cuarto movimiento de la Novena Sinfonía de Dvořák, que parece anticipar el sonido aterrador de la banda sonora de Tiburón o incluso los pasos de Darth Vader.
La vida y el contexto histórico de los compositores están profundamente ligados a su música y explican gran parte de su obra. Como figuras importantes de su tiempo y personajes plagados de inquietudes y creatividad, sus biografías suelen ser fascinantes. No debemos olvidar que entre ellos se conocían, se influenciaban, se admiraban, se odiaban y se escribían cartas. Hablo de biografías porque este libro se centra en los compositores y en sus vidas, no en la técnica musical ni en análisis teóricos de sus creaciones.
Las vidas de estos músicos no pueden separarse de los eventos históricos de su época. Por ejemplo, en los años 40, en la Unión Soviética, compositores como Shostakóvich y Prokófiev fueron acusados de crear música formalista, es decir, demasiado compleja para agradar al pueblo. Una acusación así ponía sus vidas en peligro simplemente por el tipo de música que componían. En esa situación, Vano Muradelli, otro compositor ruso, de origen georgiano, se lamentaba sobre cómo no había atinado a incorporar ni una sola canción popular en una de sus óperas. Como ven, la música y su momento son inseparables.
El libro de Schonberg abarca desde el siglo XVI, con Monteverdi, hasta el siglo XX. Incluye nombres ampliamente reconocidos y otros menos conocidos cuya música, sin embargo, forma parte de nuestra cultura. También destaca a compositores que, aunque no muy populares, merecen ser parte de nuestra cultura popular. Al fin y al cabo, hablamos de los grandes exponentes de una de las expresiones más maravillosas de la creatividad humana.
Schonberg, quien falleció en 2003, fue un destacado crítico musical. Durante tres décadas escribió para The New York Times y en 1971 recibió el Premio Pulitzer por su labor crítica.
La edición de esta obra son dos volúmenes en pasta dura, magníficamente presentados en un estuche y con numerosas imágenes. Traducido por Aníbal Leal y Joan Eloi Roca, es un trabajo monumental de unas 1.150 páginas que merece un lugar en cualquier biblioteca. Puede leerse de un tirón o, como estoy haciendo yo, alternando capítulos con otras lecturas.
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