Leyendo hace unos días sobre la magnífica composición Rhapsody in Blue, de George Gershwin, me enteré de por qué el autor tuvo que escribirla a la carrera. Por otra parte, el fin de semana pasado vi la película sobre El tormento y el éxtasis, de 1965, que trata sobre Miguel Ángel, Julio II y la Capilla Sixtina. En ella está omnipresente el lento ritmo de trabajo del pintor y escultor florentino. Por distintas razones, hacer lo que uno debe a veces es complicado. Frente a esto, la curiosa táctica de Víctor Hugo para vencer la procrastinación es sorprendente y efectiva.
Comenzando por el caso de George Gershwin y Rhapsody in Blue, lo que ocurrió fue que el director Paul Whiteman le pidió a Gershwin una pieza para tocarla con su orquesta en un próximo concierto. El compositor se olvidó de la petición hasta que una mañana vio en el periódico el anuncio del concierto, que indicaba que se podría escuchar en él una nueva obra Gershwin. Entonces se acordó de su compromiso y, a toda prisa, en unas tres semanas, escribió la pieza. No sé si a esto lo podríamos llamar procrastinar, porque parece que se había olvidado.
Procrastinar, como sabrán, es sinónimo de diferir o aplazar, según la RAE. Pero se suele aplicar cuando alguien, sabiendo que debe hacer una cosa, se entretiene en otras o sencillamente en el dolce far niente, dejando así la tarea sin hacer y postergándola hasta el último momento.
La curiosa táctica de Víctor Hugo para vencer la procrastinación pasa por quedarse desnudo dentro de casa
Y esto es lo que nos lleva a Víctor Hugo, porque es un caso paradigmático de procrastinación y de lucha contra este mal. El autor francés, a pesar de lo que se cuenta sobre sus negros, tenía problemas para cumplir algunos de sus compromisos editoriales. Así, en el verano de 1830 se cumplía un año desde que le había dicho a su editor que le entregaría El jorobado de Notre Dame.
Se acercaba la fecha límite y no había completado la obra. Seguía invirtiendo el tiempo en otros proyectos y cuestiones, en lugar de sentarse a escribir el texto que tenía apalabrado con su editor. Algo parecido le debió pasar también con Los Miserables. Para forzarse a trabajar y evitar distracciones, Hugo aplicó un método peculiar pero efectivo.
Cogió toda su ropa y la guardó bajo llave, excepto un enorme chal. Supongo que la llave se la daría a alguien, prohibiéndole además que se la devolviera hasta completar el trabajo o algo similar. Así se impedía salir de casa, porque estaba desnudo, salvo por ese chal con el que se cubría. Encerrado en su lugar de trabajo y sin la tentación de salir, escribir era más sencillo y podía cumplir los plazos.
Funcionó. Tomó esta decisión en el verano de 1830, como decíamos, y a primeros del año siguiente El jorobado de Notre Dame estaba en la calle.