No hace mucho se dio a conocer el caso de unos estafadores que, haciéndose pasar por Brad Pitt, le sacaron el dinero a alguna pobre mujer después de enamorarla. El engaño en torno al amor ha sido el gancho multitud de veces para conseguir dinero, poder y, cómo no, información. En el espionaje es algo que se ha utilizado en muchas ocasiones, la seducción. Y podría uno pensar que es esencial ser un adonis para estas cosas, pero vamos a ver cómo no hace falta ser guapo para ser un espía seductor.
Algunos espías alemanes son una muestra clara de que no hace falta ser guapo para ser un espía seductor, sino que es suficiente con elegir bien el objetivo
A mediados del siglo XX, la Alemania comunista puso en marcha un programa especial en el que los espías masculinos tenían como objetivo conseguir información de mujeres, después de embaucarlas para que se enamoraran de ellos. Lo más importante, como vamos a ver, no era el aspecto. No era necesario ser un James Bond. Lo más importante era la inteligencia emocional. Si no, fíjense en la foto, que muestra a algunos de los espías que seducían a mujeres para conseguir información.
La RDA entrenó y utilizó a algunos hombres para seducir a mujeres de la parte occidental de Alemania y obtener información. La Stasi, la poderosa inteligencia del país comunista, seleccionó Romeo como nombre en clave a este proyecto. Las mujeres a conquistar, como era de esperar, recibían la denominación de julietas.
A mediados de los años 50 Albert Weissbach, el hombre con gafas de la foto, comenzó su trabajo como seductor. Tras ser capturado por los rusos cuando servía en el ejército nazi, este hombre cambió de bando y se hizo comunista. Con 30 años, en 1953, fue enviado a Bonn. Después de un tiempo largo, dos años, acabó seduciendo a una viuda que trabajaba como telefonista en la cancillería de Adenauer. Era una julieta perfecta por su acceso a cierta información.
Ella escuchaba las conversaciones entre los hombres más importantes del entorno de Adenauer, que era el Canciller de la República
Federal de Alemania. Posteriormente, probablemente sin percatarse de ello, compartía lo que sabía con Weissbach, que a sus ojos no era más que un cariñoso vendedor de productos de peluquería y utensilios de cocina. Esa era la tapadera del espía. Dicho esto, como si todo fuera una película romántica, Weissbach acabó enamorado de su presa. Cuando iba a ser descubierto y tuvo que volver al otro lado del Muro, le pidió a ella que huyera con él. Y además que se llevara a su hijo. En esto no tuvo éxito y volvió sólo.
Weissbach fue sólo uno de los romeos, el primero. Cuando él tuvo que retirarse, ya había otros sobre el terreno seduciendo mujeres y consiguiendo información. Por ejemplo, Herbert Söhler, quien, como ven en la foto, tampoco era lo que hoy llamaríamos un galán de cine. En definitiva, que no hace falta ser guapo para ser un espía seductor.
La foto, por cierto, la he tomado del artículo que XLSemanal le dedicó a este tema hace un par de años, que es donde conocí este proyecto Romeo.
El seductor o estafador se basa en identificar y explotar las carencias o aspiraciones de su víctima; la belleza sólo surtirá efecto sobre quien la busca; pero otros u otras buscan o necesitan aprecio, afecto, reconocimiento, sexo, riqueza, protección, etc, todo un variopinto universo de distintos satisfactores. La noción del espía como un «James Bond» es meramente literaria, aunque Fleming, su autor, sí trabajó en el área del servicio secreto.