Charles Lee Smith fue un ateo, nacido en 1887 en Estados Unidos. Hasta aquí, nada especial, porque supongo que ateos hay muchos, en Norteamérica y en el resto del mundo. Pero este hombre fue un activista del ateísmo y eso le hizo tener cierta popularidad y también acabar en la cárcel. Lo curioso de esto es que Lee Smith fue el ateo acusado de blasfemia que se negó a jurar sobre la Biblia en una muestra clara de su convicción.
Lee Smith creó en 1925 la Asociación Americana para el Avance del Ateísmo, la AAAA. Convencido de hacer apología de su visión de la religión, o contra la religión, envió correos entre 1926 y 1928 a un pastor baptista de Manhattan llamado John Roach Straton. Era un religioso destacado y por eso Lee Smith puso el ojo en él. Pero el pobre hombre, harto de recibir esos documentos y después de pedirle que se los dejara de enviar, acabó llevándole a Lee Smith a la justicia. Por esta acción contra el pastor fue condenado a 100 dólares de multa y 30 días de trabajos.
No sólo hizo eso, sino que también organizó y protagonizó debates públicos con religiosos para defender el ateísmo, hablar de la evolución… en fin, ya se hacen una idea de la fijación que tenía Lee Smith con su posición ideológica. También publicó libros y escribió en algunas revistas. Algunos de sus escritos los distribuía gratuitamente, haciendo publicidad con frases como “La evolución es verdad, la Biblia es mentira y Dios es un fantasma”.
El ateo acusado de blasfemia que se negó a jurar sobre la Biblia acabó condenado
En 1928 fue puesto ante un juez en su país por el cargo de blasfemia, precisamente por utilizar públicamente frases como esa. Cuando llegó el momento del juicio y fue a testificar, la norma decía que tenía que prestar juramento sobre la Biblia. Ya saben, poniendo la mano derecha encima y diciendo unas palabras. Si no era así, si no se comprometía a jurar sobre la Biblia que iba a decir la verdad, no podría prestar declaración. Es decir, no podría testificar en su propia defensa.
Lee Smith se negó a prestar juramento sobre la Biblia y no pudo testificar. Al final no le fue mal y sólo le condenaron por distribuir literatura obscena, lo que le supuso una multa de 25 dólares de 1928 y menos de un mes de cárcel. Serían unos 500 dólares actuales.
Esta abracadabrante situación volvió a repetirse poco después de que abandonara la prisión. De nuevo una acusación por blasfemia y de nuevo se negó a jurar sobre la Biblia. En este caso se saldó el proceso con una multa de 100 dólares y noventa días de cárcel, aunque se libró pagando una fianza.