La increíble historia de los naufragios del Invercauld y el Grafton

La increíble historia de los naufragios del Invercauld y el Grafton

La increíble historia de los naufragios del Invercauld y el Grafton no es sólo una aventura épica, sino que tiene un detalle sorprendente, casi imposible, diría yo. Varios hombres, durante meses y meses sobreviviendo en una isla, y con más paralelismos de los esperados.

El Invercauld partió de Melbourne con destino a Callao, en Perú, pero no llegó a su destino. Su tripulación, de unos veinticinco hombres y al mando de la cual estaba el capitán George Dalgarno, naufragó. Era el 11 de mayo de 1864. De los veinticinco, hubo seis marineros que no sobrevivieron al encontronazo con las rocas y no pudieron llegar a tierra.

La increíble historia de los naufragios del Invercauld y el Grafton ocurrió en el Pacífico entre 1864 y 1865

En una historia de náufragos típica, después de unos primeros días en los que consumieron las pocas provisiones que consiguieron recuperar de su barco, comenzaron a explorar la isla en busca de alimentos. Encontraron agua potable y capturaron un cerdo salvaje, que asaron. Hacía frío y el cerdo se acabó pronto, por lo que el hambre y las bajas temperaturas hicieron que algunos de los hombres fueran muriendo a medida que pasaban las semanas. El invierno era realmente duro allí. Algunos de ellos, siete en concreto, se separaron del grupo para volver al punto del naufragio, pero nunca más se supo de ellos.

Los supervivientes de todos los males que iban sufriendo, llegaron a hacer una precaria balsa para alcanzar algunas islas cercanas, y así poder cazar en ellas, hartos de comer raíces, y lo que podían pescar y coger en la orilla.

El 20 de mayo de 1865, un año y unos días después de haber llegado a la isla, un barco portugués, el Julian, que pasaba por allí, mandó unos hombres a tierra para recoger materiales con los que reparar su barco. La tripulación del Julian se encontró con los náufragos del Invercauld, que después de todo aquel tiempo no eran más que tres hombres.

Si un año les parece mucho tiempo, esperen a ver el caso del Grafton

El 3 de enero de 1864, cuatro meses antes de que el Invercauld tuviera problemas, el Grafton, otro barco, fue arrastrado contra las rocas por la tormenta también en el Pacífico. Su tripulación, cinco hombres, pudo ponerse a salvo en tierra y llevarse provisiones y otras cosas del barco. La historia fue parecida a la de Invercauld, pero en este caso estaban mejor pertrechados y organizados y eso les ayudó. Pescaban lo que podían, construyeron donde refugiarse, fabricaron herramientas y así fueron pasando los meses.

Después de un año en la isla, la esperanza de ser rescatados se había esfumado y decidieron que era hora de construir algo sobre lo que navegar, usando los restos del Grafton. Se tomaron la tarea en serio, lo que parece lógico ya que la vida les iba en ello, y no tuvieron lista la nave hasta finales de julio de 1865. Aprovecharon todo lo que pudieron de su antiguo barco, empezando por las velas.

Hicieron un trabajo decente, ya que, si bien la pequeña embarcación no podía albergar con estabilidad a todos los náufragos, sí permitió que tres de ellos se hicieron a la mar y llegaran hasta la isla de Stewart. Después de descansar y recibir ayuda allí, organizaron una colecta para pagar a un barco que los llevara a por los dos compañeros que habían dejado en la isla. Por cierto, tenemos todos los detalles de lo ocurrido porque el capitán, Thomas Musgrave, escribió un diario durante todo aquel tiempo. Primero usando tinta y, cuando esta se agotó, sangre de foca.

Todo esto ocurrió en el mismo lugar, la isla de Auckland

Les he reservado para el final lo más increíble. La isla en la que naufragó el Grafton fue la isla Auckland. La misma en la que lo hizo Invercauld unos mese más tarde. Es decir, durante un año, los náufragos de uno y otro barco vivieron en la misma isla, pero nunca se encontraron ni supo un grupo de la existencia del otro. Piensen que sí que hacían fuego, porque no el frío era un demonio en la isla, pero aún así no se vieron ni supieron unos de la existencia de los otros.

Pedro Serrano, el náufrago español de 1526, es otro caso impresionante, pero él además pasó mucho tiempo solo. Eso sí, ninguno de todo estos hombre pasó cinco meses en una balsa a la deriva, como hizo Poom Lim.

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