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El Prado custodia los peluquines de bronce de 7 leones

El Prado custodia los peluquines de bronce de 7 leones

El Museo del Prado tiene miles de obras sin exponer, y no todo son cuadros, grabados o esculturas. Entre los aproximadamente 27.500 objetos artísticos de su catálogo también hay fotografías, mapas, armas, monedas, vajillas, adornos y algunos peluquines de león. Hoy les voy a contar la curiosa historia de por qué el Prado custodia los peluquines de bronce de 7 leones.

El Prado custodia los peluquines de bronce de 7 leones que han tenido una vida un poco complicada

El león fue durante años el animal representativo de España, de su imperio. Ya el reino de León, como era de esperar, tenía un león rampante como símbolo heráldico. Incluso se dice que estaba inspirado en lo que ya hacía algún rey visigodo. Desde luego, el león era dado a ser seleccionado como símbolo, ya que es un animal fuerte, feroz, algo mítico y no es habitual en Europa. Lo cierto es que, desde muy pronto, el león estuvo asociado a algunos reinos peninsulares, y después al propio Imperio Español.

En el Prado, en la galería principal, hay dos mesas en las que cuatro leones soportan el tablero de cada una de ellas. La historia de esos leones es movida. Los tableros o mesas se conocen como el Tablero de mesa de Felipe II y la Mesa de don Rodrigo Calderón. Su origen está en un encargo que hizo Velázquez cuando estaba en Italia en 1650, al escultor Matteo Bonuccelli. Velázquez actuaba a petición de Felipe IV, que los quería para el Salón de los Espejos del Alcázar.

El encargo eran 12 leones dorados, algo más grandes que el tamaño natural del animal, que sostuvieran por parejas un tablero y dos espejos. Una vez en España, cumplieron su cometido hasta que uno de esos 12 leones no sobrevivió al famoso y terrible incendio del Alcázar de 1734. Este incendio sí fue real, no como el falso incendio del Museo del Prado en 1891 del que ya les hablé. Dado que los leones eran soportes para un tablero que iba sobre ellos, la parte superior de la cabeza, y del lomo, era plana, para que el tablero pudiera apoyarse con firmeza y seguridad. En la imagen superior lo pueden ver claramente.

Carlos III quería los 12 leones su Salón del Trono y eso hizo que se tuvieran que completar las cabezas, pero…

En 1788 Carlos III cambió el destino de los leones y quiso colocarlos en el Salón del Trono del Palacio Real. Los quería sin nada encima, por lo que había que completarlos, dándole forma a la cabeza completando la melena. Coincide esta época con la restauración de los leones después del incendio del Alcázar, cuando ya sólo quedaban 11. Este trabajo para completar las melenas le tocó a Pedro Michel, que hizo una pieza de bronce específica para cada una de la cabezas. Esas piezas de bronce debían dorarse para integrarse en las esculturas de Bonuccelli.

Pero las cosas de palacio van despacio, como reza el dicho, y aquella labor se demoró tanto que, cuando se completó, algunos de los leones habían sido destinados de nuevo debajo de una mesa. Si bien cuatro fueron completados y enviados al Palacio Real, otros 7 volvieron a ser soporte de mesa. Carlos III había muerto y Carlos IV había cambiado de parecer y quería volver a tener mesas con los leones como soporte.

Esto causó que a estos 7 leones se les volviera a quitar la melena. Es más, esa melena ni siquiera llegó a dorarse. Son los leones que hoy se exponen en el Prado. Esos peluquines dorados que se habían elaborado para completar la redondez de la melena se guardan hoy en el Prado como objetos independientes. Como uno de esos 27.500 objetos artísticos que el museo custodia. Es curioso que lleven unos dos siglos considerando como objetos artísticos, lo que podríamos llamar unos peluquines de león de bronce, que nunca llegaron a usarse.

Por cierto, uno de los leones que se pueden ver en el Prado es una réplica. Recuerden que uno de los originales salió tan mal parado del incendio en el Alcázar, que no puede ocupar su lugar como soporte de esos tableros.

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