Las extrañas manías de Truman Capote

Las extrañas manías de Truman Capote

Leía hace unos días una larga entrevista que le hicieron en 1957 a Truman Capote, el autor de A Sangre Fría y Desayuno en Tiffany’s, entre otras. Esta última fue adaptada al cine con un éxito enorme, protagonizada por Audrey Hepburn, a la que salvaron la vida mil cigarrillos de un soldado tras la Segunda Guerra Mundial, y dirigida por Blake Edwards. En esa entrevista se detallan las extrañas manías de Truman Capote. Más bien las confesaba el propio autor.

Las extrañas manías de Truman Capote van de lo absurdo a lo cómico

Este novelista estadounidense es muy popular. Lo que no es tan conocido es que su verdadero nombre, Truman Streckfus Persons, mutó en Truman Capote porque adoptó el apellido de un español, José García Capote. Este coronel, que trabajó en Cuba, era el padre de Joe García Capote, que fue el segundo marido de la madre del escritor. No era su padre, pero sí fue uno de sus apellidos los que Truman adoptó como nombre de guerra. Esto une a Capote con España y con Canarias, la región de origen de aquel militar. La obra A Sangre Fría, por otra parte, está en casi todas las listas de los libros más importantes del siglo pasado y es un puntal del periodismo narrativo. En esta época actual donde las obras sobre crímenes reales están en auge, la narración de Capote es siempre una referencia.

Pero no es esto lo que quiero destacar de Truman Capote, aunque de todo ello se hablaba en la entrevista, sino de las manías que él mismo se reconoce. Es habitual repasar las manías, rituales y curiosidades de escritores a la hora de vivir y escribir, como si tuvieran más que el resto. Yo creo que todos tenemos las nuestras, pero los escritores son personajes públicos, a veces algo obsesivos, y eso hace que se destaquen más sus vicios. No obstante, en algunos casos como este, está justificado por lo extravagante de las manías.

Capote sumaba los números. Todos los números que encontraba. Esto es, sumaba las cifras de los números. Por ejemplo, si veía el número 1582, hacía el cálculo mental rápido para concluir que las cifras de ese número suman 16. Y a partir de ahí había personas a las que nunca llamaba por teléfono porque al sumar las cifras de su número, salía un resultado que pensaba que le traía mala suerte. No dice si era el clásico 13 u otro. Lo mismo ocurría con las habitaciones de los hoteles. Algunas las rechazaba porque la suma de las cifras del número de la habitación daba un número que le traía mal fario, según su criterio.

Nunca volaba en un avión si había dos monjas a bordo

Desde mi punto de vista esta manía relacionada con la suma los números era casi hasta razonable, comparada con el resto que tenía. Y, además, le permitía entrenar el cálculo mental. Creo que estarán de acuerdo conmigo, porque las otras manías que adornaban a Truman Capote eran, por ejemplo, que no viajaba en un avión si había dos monjas a bordo. Como buen escritor, es creativo hasta en sus manías. Porque esta de las monjas es buena. Y no acaba ahí la cosa.

No toleraba estar en un lugar donde hubiera rosas amarillas. Lo malo de esta manía es que a la vez reconocía que era su flor favorita. Quien lo entienda que me lo explique. Otra, no empezaba ni acababa nada en viernes. Esta sí que es rara, porque los viernes son días perfectos para empezar cosas como el fin de semana, se me ocurre.

No soportaba que en un mismo cenicero hubiera exactamente 3 colillas. Esta no debía ser grave ya que podía evitarla fácilmente. Bastaba con echar un cigarro más al cenicero. Y seguro que lo hacía, porque escribía siempre a mano y tumbado, ya fuera en la cama o en un sofá, con un café y con un cigarrillo en la mano. Dando caladas y sorbiendo, según sus palabras. A medida que avanzaba el día, el café daba paso al té y este al jerez y los martinis.

Deja un comentario

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *

Este sitio usa Akismet para reducir el spam. Aprende cómo se procesan los datos de tus comentarios.