Educación

Alcuino y la importancia de escribir claro

Alcuino y la importancia de escribir claro

En estos primeros días de septiembre vuelve la actividad a los colegios, los institutos, las universidades… y en general a todas las entidades educativas. Y todos, en general, tenemos la sensación de que empieza un nuevo curso, aunque ya nuestra vida no se rija por ese año académico. Pero aún así tenemos la sensación de que podemos comenzar de nuevo, aunque podemos comenzar de nuevo cualquier día del año. Por otra parte, uno no deja de aprender nunca informalmente y no debería dejar nunca de aprender formalmente. Esto es, nunca deberíamos parar de hacer cursos o de ponernos a leer un libro con la intención de aprender algo nuevo. Es mi opinión. Eso sí, es importante escoger bien el medio, como vamos a ver con esta curistoria de Alcuino y la importancia de escribir claro.

Alcuino y la importancia de escribir claro deja claro que pequeños cambios llevan a veces a grandes resultados

Alcuino de York fue un religioso nacido en Inglaterra en el año 730, y fallecido en Tours, en Francia, en el 804. Fue teólogo, filósofo, matemático, erudito, pedagogo…, pero por lo que lo traigo hoy a Curistoria es por un aspecto de su relación con Carlomagno, sobre el que tuvo una gran influencia, para bien. Se conocieron en el año 781 en Parma, cuando Alcuino formaba parte de una delegación papal, y a partir de ahí el gran rey de los francos lo tomó como consejero.

La idea principal que Alcuino introdujo en la corte fue la popularización de la educación, llegando al máximo número de personas. Fundó una academia, conocida como la Academia Palatina, a la que acudían los hombres más importantes de la corte de Aquisgrán a formarse en dialéctica o retórica, entre otras disciplinas como geometría o gramática. El propio Carlomagno pasó por esa academia e impulsó con ese ejemplo la misión de Alcuino, que también era la suya.

El trabajo de Alcuino no fue sólo la organización de esa institución, sino que él mismo diseñó gran parte de los contenidos que se estudiaban y además siguió haciendo apología del estudio y de la formación. Por supuesto, no lo hizo todo él solo, sino que se rodeó de algunos colaboradores que le ayudaron a extender su visión. Tenía un ojo puesto en las viejas Atenas y Roma, pero pasaba todo por el filtro de la religión, como era de esperar.

Alcuino se dio cuenta de que facilitar la lectura era clave para extender la educación

Para transmitir conocimientos llegando al máximo número de personas, Alcuino trabajó para que el latín fuera una herramienta eficaz para ese propósito. Simplificó la escritura, imponiendo la minúscula carolingia y otras reglas simples pero muy efectivas. Por ejemplo, promulgó la separación de las palabras con espacios y el uso de letras redondeadas y de la puntuación, para hacer más fácil la lectura. La extensión de estas normas hizo que la compartición de conocimiento, textos, libros… fuera más efectiva entre las distintas partes del reino carolingio. Dicho de otra forma, cualquiera con un poco de formación tenía acceso a más textos y podía leerlos con más comprensión.

Parece casi una cosa secundaria, pero que la letra fuera clara y uniforme permitía que los textos fueran mucho más legibles y por lo tanto más comprensibles. A mí me ha ocurrido alguna vez que una edición no demasiado buena de un libro, de esas tan comunes en el siglo pasado, hiciera que se me atragantara el texto. Letras pequeñas, apelotonadas en renglones y renglones apelotonados en párrafos, que hacían de la lectura una tortura. Cambios tan sencillos como esos que impulsó Alcuino pueden provocar cambios enormes.

En definitiva, los esfuerzos de este hombre tuvieron su premio y fue parte importante de lo que se denomina, desde el siglo XIX, el Renacimiento carolingio. Un resurgimiento cultural como fue el Renacimiento italiano, pero 7 siglos antes. Y algunos de esos esfuerzos fueron simples, pero cargados de sentido común.

La educación a través de problemas de lógica con un punto de diversión

Alcuinio escribió un libro, en latín, de acertijos de lógica y matemática, titulado Problemas para afinar el ingenio de los jóvenes. En él estaba el famoso problema de cruzar un río con un lobo, una cabra y una lechuga, sabiendo que en la barca sólo puedes llevar una cosa cada vez. Y que si dejas sólo al lobo con la cabra, se la come, y si dejas a la cabra y la lechuga sin vigilancia, la lechuga es devorada. Es un ejemplo de cómo aprender lógica y matemática con problemas con cierto aspecto lúdico, parece buena idea. Al menos así lo orientó nuestro hombre, que se consideró en su tiempo por algunos el hombre más sabio del mundo.

Recuerden ahora que empieza el curso de nuevo: si bien es cierto que lo que la naturaleza no da, Salamanca no lo presta, también es cierto que uno aprenderá mejor si elige bien cómo hacerlo. Y a veces la diferencia está en cosas tan sencillas como un texto bien escrito y que se lea con facilidad. Esto de Alcuino y la importancia de escribir claro, lo deberíamos recordar también los que escribimos, que somos casi todos.

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