Piedras, conchas y otras curiosas formas de moneda históricas

Piedras, conchas y otras curiosas formas de moneda históricas

Es muy interesante lo que está ocurriendo en los últimos años con las criptomonedas y ese mundo a caballo entre la tecnología, la economía, la política y, quizás, la filosofía. Sin entrar en grandes discusiones al respecto, que este no es el lugar, es normal que nos cueste atribuirle valor a algo intangible y nuevo, que además es complicado a menudo de comprender. Pero si nos paramos un momento, durante la historia se han utilizado muchas cosas como medio para intercambiar y almacenar valor, que al fin y al cabo es de lo que estamos hablando. Vamos a hacer un repaso a las piedras, conchas y otras curiosas formas de moneda históricas.

Casi cualquier cosa algo escasa en un lugar, si hay un consenso para darle valor, puede ser una moneda: piedras, conchas, sal, queso…

Por supuesto, tiene que darse el caso de que ese medio de intercambio de valor sea relativamente general. Si no, estaríamos hablando de un trueque sencillo, sin más, donde cualquier cosa tiene valor, pero sólo para un intercambio puntual entre dos personas o entidades.

Cosas como las pieles de animales o los propios animales vivos, como vacas u ovejas, han servido de moneda de pago en innumerables ocasiones. Recuerden si no la broma de cambiar algo por unos cuantos camellos. Aunque realmente no es este tipo de elementos lo que estamos buscando. El valor de estos animales es tan palpable, que no alcanza a ese valor simbólico que buscamos en una moneda. Tampoco hablamos de registros de valor o deuda, como eran los palos tallados que registraban deudas e incendiaron el palacio de Westminster. Buscamos algo sin un valor real elevado, pero al que se le atribuye un valor consensuado que permite utilizarlo como moneda.

Las conchas marinas sí encajan con esa idea de moneda que sirve como medio artificial de intercambio y almacenamiento de valor, pero que en sí mismo posee poco de ese valor real. Es más, según parece, las cochas han sido una de las monedas más usadas a lo largo de la historia, tanto por el tiempo en que han servido como tal, como por la cantidad de lugares en los que se han aceptado como pago.

Esto me recuerda a que un holandés llamado Peter Minuit compró la isla de Manhattan en 1626 a los indios nativo y pagó por ella varias cuentas de cristal, unos trapos rojos y unos botones de cobre. El coste total fue de 24 dólares de la época.

Hay monedas hechas de piedra que valen más si alguien murió transportándolas

Han existido monedas hechas de piedra, que se acuñaban de forma similar a como se hace con los metales. Son piedras talladas con un agujero en el centro. Esto ha ocurrido en algunas islas de la Micronesia durante siglos, y lo más interesante es que el valor de la piedra no depende de su tamaño sino de la cantidad de gente que ha muerto transportándola. O si fue traída por algún famoso navegante o si perteneció a alguien importante.

Hay piedras rai, que es como se llaman, realmente enormes. Como es habitual, parte del sentido de esto está en la escasez de este tipo de piedras, porque en las islas en que usan estas piedras calizas como moneda, no hay forma de encontrarlas y tienen que traerlas de otros lugares. De ahí ese aumento de valor por los problemas en el viaje. Miren la foto superior y verán que, con ese tamaño, hay ciertos peligros en ese transporte.

Seguro que la mayoría de nosotros conocemos que en algún momento la sal era ese elemento de intercambio de valor. Los alimentos en sí mismos han sido moneda en muchos casos. Pequeños bloques de hojas de té prensadas, por ejemplo, fueron usados en China y otros lugares de Asia en el siglo XIX e incluso bien entrado el XX. Pero quizás más curioso sea que el queso parmesano también tiene valor como aval e intercambio de valor en algunos lugares de Italia.

En entornos cerrados como las cárceles o los campos de prisioneros, la moneda bien puede ser el tabaco. Esto es algo que hemos visto en infinidad de películas y libros. Y de aquí podríamos ir al arte, a la ropa y a casi cualquier cosa útil en un determinado momento histórico. Pero, de nuevo, perdemos de vista ese detalle de darle valor a algo que en realidad no lo tiene como objeto útil en sí mismo. No como las piedras, conchas y otras curiosas formas de moneda históricas donde el valor es casi ficticio.

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