El registro de las deudas es una de las bases del funcionamiento de la economía, y la falta de ese control puede dar al traste con la misma. En el siglo XIII en Inglaterra se utilizaba un método para gestionar y reconocer las deudas que es una auténtica maravilla, un antecedente de las letras de cambio, que aparecieron pocas décadas después, basado en la naturaleza.
Los palos tallados han sido durante siglos utilizados para apuntar datos y cantidades. Al parecer, ya en el paleolítico existía ese uso. En Inglaterra se utilizaban palos de sauce para registrar las deudas. Se grababa o escribía sobre el palo la deuda, por ejemplo, prestadas 25 libras al herrero Smith por parte del obispado de Londres. Una vez hecho eso, el palo se partía en dos y cada uno de los dos intervinientes se quedaba con una parte. Por cierto, a la parte que se quedaba el acreedor se la llamaba stock, un término que aún hoy se sigue usando para referirse a la deuda del gobierno británico.
El sauce tiene una veta muy característica, por lo que sólo las partes originales, al unirlas, podrían recrearla. Es decir, gracias a esa característica de la madera de sauce, los originales eran algo así como infalsificables.
Tener un palo que decía que alguien nos debía dinero, era una garantía pública de que aquella deuda existía. Lógicamente, al saldarla, el que pagaba recibía la otra parte del palo y podía destruirla, viéndose así liberado del registro de la deuda. Es más, si el deudor era solvente, llegaban a admitirse los palos como método de pago. Dicho de otro modo, si alguien tenía una mitad de un palo que decía que, por ejemplo, el obispo le debía 10 libras, podía pagar con aquel palo, ya que valía 10 libras y ahora su nuevo propietario podía exigírselas al obispo. Es un método a la vez moderno y genial, y todo gracias a las vetas de la madera.
Los palos se usaban también para cobrar los impuestos y hasta bien entrado el siglo XIX estuvieron presentes. En 1834 se eliminó su uso y para poner punto y final, qué mejor que hacer una gran hoguera con todos los palos acumulados durante siglos por el gobierno británico. No fue la mejor de las ideas ya que el fuego, que se hizo en el Palacio de Westminster, se descontroló y acabó incendiando el edificio entero, acabando con el registro de deudas, pero también con la Cámara de los Lores, la Cámara de los Comunes y gran parte del palacio.