Este fin de semana he leído El huerto de Emerson, de Luis Landero. Es la continuación de esa extraña mezcla de diario, libro de reflexiones y ficción que comenzó con El balcón en invierno. Muy recomendables ambos, de verdad, mucho, pero este segundo, que sigue el patrón, es aún mejor que el primero. En él menciona Landero una nota de Heródoto sobre cómo decidían los persas, usando la bebida como ayuda. Y se ha unido a otra lectura para llevarme a pensar que los persas bebían para negociar y los estadounidenses para todo.
Los persas bebían para negociar y los estadounidenses para todo, según Heródoto y Marryat, con 25 siglos de diferencia
Desde hace un tiempo leo varios libros a la vez, porque no siempre a uno le apetece leer el mismo tipo de cosas, o el ambiente es más propicio para una novela que para un ensayo, por ejemplo. Creo que es una buena idea y a mí me funciona para leer más y mejor. Digo esto porque se cruzó esa nota de Landero sobre Heródoto y los persas, con las primeras páginas de El último trago, de Daniel Okrent, un libro sobre la ley seca del que ya les hablaré con calma porque apunta muy bien. Okrent recoge un texto de 1839 de Frederick Marryat sobre los estadounidenses y la bebida. Con unos 25 siglos de diferencia, vemos que la bebida sigue tan presente en la vida de los estadounidenses como lo era en tiempos persas.
Dejo escrito Heródoto en su libro I de Los nueve libros de la Historia, que los persas eran aficionados al vino y trataban los asuntos importantes estando borrachos. En ese estado discutían, negociaban y buscaban el acuerdo. Alcanzado este, se iban a dormir y al día siguiente se volvía a poner en común el acuerdo alcanzado ebrios. Si les parecía bien a todos, ya sobrios, se daba el acuerdo por cerrado. Si no era así, se revocaba lo acordado y, supongo, volvían a empezar la negociación. Esto es, a emborracharse otra vez.
Lo mismo se hacía en sentido contrario. Es decir, si los persas cerraban un acuerdo importante sin haber bebido, lo que hacían era beber hasta embriagarse y entonces comprobaban si el trato les seguía pareciendo bueno. Esto quizás sea tan efectivo como el método de elección del dux veneciano, que era infinitamente más complicado.
El escritor inglés Frederick Marryat dio unos cuántos ejemplos de cómo los estadounidenses beben para todo
Esta idea nos lleva a los Estados Unidos, 24 o 25 siglos después. Al comentario de Marryat en su libro Diario de América sobre la bebida y los estadounidenses. Se sorprendía el novelista londinense de cómo los norteamericanos bebían por cualquier cosa. Al estilo de los persas, bebían si cerraban un trato. Pero no sólo ahí.
Según Marryat, en Estados Unidos si te encuentras con alguien, bebes; si te despides de alguien, bebes. Y también si conoces a alguien. Y bebes cuando haces las paces con alguien con el que te peleaste por culpa de la bebida. Si hace calor, bebes, lo mismo que si hace frío. Para celebrar cosas, para maldecir si te ocurre algo en contra. Cerraba Marryat diciendo que bebían de la mañana a la noche y así hasta el momento en que morían, de forma prematura, se supone que por tanto beber.
Como vemos, nada nuevo bajo el Sol, Nihil novum sub sole. La bebida y la vida de Persia a Estados Unidos. Del siglo V antes de Cristo al siglo XIX. Y puede que aún podamos trazar algún paralelismo con otros muchos países y el siglo XXI.
Por cierto, que hace unos días también hablábamos de negociación con Heródoto como punto de partida en la entrada sobre el curioso comercio silencioso de cartagineses y nativos africanos.