Hay muchas formas de pasar a la historia. Unas buenas y otras malas. A veces, uno pasa a la historia dándole nombre a algo y él mismo se acaba diluyendo en esa historia. Tan sólo queda aquello a lo que ha bautizado. Eso ocurre con George Everest, el hombre que dio nombre a la montaña contra su voluntad y que nunca estuvo allí. Ni siquiera llegó a ver la montaña que lleva su nombre.
Everest, el hombre que dio nombre a la montaña contra su voluntad, fue un topógrafo británico que trabajó en la India
George Everest fue un británico nacido en 1790, y fue geógrafo y topógrafo. En 1806, con 16 años, fue enviado a la India, donde trabajó midiendo terrenos y haciendo planos de lo mismos. En la India fue ascendiendo en sus responsabilidades topográficas y allí pasó más de tres décadas y media. Era un buen matemático y tenía una cabeza creativa, lo que le ayudó a mejorar las herramientas que utilizaba y también las mediciones. A pesar de sus problemas de salud, era un trabajador comprometido y tenaz.
Tras su jubilación en la India, volvió a Reinó Unido y su puesto lo ocupó Andrew Scott Waugh. En 1852, se puso en conocimiento de Waugh el resultado de una medición importante. El que entonces se conocía por los británicos como el pico XV del Hilmalaya resultaba ser el techo del mundo. Es decir, el pico más alto del planeta. La medición determinaba que su altura eran 8.839,2 metros. Después se corrigió esta medición añadiendo 10 metros más.
Unos años más tarde, y tras confirmar los datos, Waugh presentó el resultado en la Royal Geographical Society y pidió que le dieran al pico el nombre de su antecesor, George Everest. Por cierto, los nepalíes y los tibetanos ya le habían puesto nombre al Everest en sus propios idiomas. En el primero era Sagarmatha, que vendría a ser Frente del cielo y en el segundo era Chomo Lungma, esto es, Madre del universo. Estos nombres se pueden ver en la imagen del comienzo del texto, junto al de Everest.
Everest pensaba que su nombre era complicado para los nativos y no era el más adecuado
La propuesta de Waugh sobre el nombre del Everest no se aceptó de inmediato, sino que se debatió durante mucho tiempo. Se evaluaron otros nombres para el pico y la cosa se alargó. En propio George Everest tuvo tiempo, durante ese periodo de discusión, de dar su opinión. Se mostró contrario a que la montaña llevara su nombre porque los nativos tendrían problemas para pronunciarlo. Veía más lógico que se le diera un nombre local.
Dicho esto, como bien sabemos hoy, no se siguió su opinión y la montaña más alta del mundo fue bautizada como Everest.
Esta historia me recuerda a la del británico que definió la frontera de India y Pakistán sin haber estado allí.