Winston Churchill es uno de los personajes de la historia a los que se le atribuyen más anécdotas, historias y citas. En muchos casos, con razón, aunque supongo que en algunos otros hay algo de leyenda. Hasta sus fotos tienen una historia detrás. No es de extrañar que diera para tanto su vida, porque disfrutó de ella intensamente y fue actor principal en varias guerras y acontecimientos. Y viviendo tan al límite, no es de extrañar que en algún momento pensara en que podía perder la vida. La carta de despedida de Churchill a su mujer de la que hablamos hoy, la escribió cuando aún era joven.
En julio de 1915, cuando tenía 40 años de edad y le faltaban muchas cosas por hacer, como ser Primer Ministro británico o ganar el Nobel de literatura, se temió ya lo peor para el mundo que él conocía. En 1914, un año antes, era primer lord del Almirantazgo y veía al mundo encaminarse a una guerra, hacia la Gran Guerra. La Primera Guerra Mundial. Aquello le llevó a temer por su país en un primer momento, y más tarde por su propia.
Con el avance de la guerra propuso algunos movimientos militares que no fueron demasiado bien y la derrota en la batalla de Galípoli causó su destitución como primer lord del Almirantazgo. Tras esto, su caminó militar le llevaba de los despachos alejados del frente, a la primera línea. En ese periodo de tiempo, mientras se preparaba para ir al frente, escribió una carta a su mujer, Clementine.
La carta de despedida de Churchill a su mujer habla de amor, vida e historia
La carta en cuestión sólo debía abrirse en caso de fallecimiento, y algunos fragmentos del texto son realmente interesantes. Por ejemplo, cómo pensó desde un primer momento en su papel en la historia y que llegaría el momento de contar de primera mano todo lo que había vivido.
Quiero que te encargues de recoger todos mis papeles, en especial los que se refieren a mi periodo de mando en el Almirantazgo. Te he nombrado mi única albacea literaria. […] me gustaría que se supiera la verdad.
La forma en la que se enfrentaba a la muerte, también está en aquella carta.
No te apenes mucho por mi. […] La muerte es tan sólo un incidente y no es lo más importante que nos sucede en esta forma del ser.
Y, como era de esperar, hay palabras de amor dedicadas a su mujer.
En su conjunto, en especial desde que te conocí, querida, he sido feliz; tú me has enseñado cuán noble puede ser el corazón de una mujer. Si existe algún otro lugar, te buscaré.
Y, por último, una petición a su mujer que es una buena lección para casi todos:
Mira hacia delante, actúa con libertad, disfruta de la vida[…]
Como bien sabemos, Churchill no murió en aquel 1915. Viviría otro medio siglo, hasta enero de 1965 y tendría muchas más cosas que contar. Cosa que, afortunadamente, acabó haciendo.
La traducción de la carta está tomada del libro Escrito en la historia, de Simon Sebag Montefiore, que recoge esta y otras muchas cartas de diferentes personajes y momentos históricos.