La vida de William Randolph Hearst fue la inspiración de Orson Welles para Ciudadano Kane, a pesar de la oposición del propio Hearst. Este, periodista, editor, inversor y empresario todopoderoso en el mundo de los medios de comunicación, no era muy partidario de verse allí reflejado y luchó contra la película. Como bien es sabido, perdió esa batalla. Entre las obsesiones de Hearst estaba el arte europeo y compró todo lo que pudo. Incluidos claustros, monasterios casi completos, retablos y… una reja. La reja de la Catedral de Valladolid que se vendió al peso y hoy está en el Metropolitan.
La reja de la Catedral de Valladolid que se vendió al peso y hoy está en el Metropolitan, estaba tirada en un huerto
La conocida como gran reja de la Catedral de Valladolid había sido hecha en 1763 por Rafael Amezúa, uno de los mejores herreros que se pudieron contratar. Y durante algunos siglos, cumplió con su propósito en el templo, pero acabó desmontada y tirada por el suelo en un huerto, como un desecho. Así estaba cuando el encargado de las compras de arte en España de Hearst, se fijó en ella.
Bien es cierto que Hearst no discriminaba y compraba sin medida. Sus representantes respondían a esta forma de hacer. Así, en 1929, las manos de Hearst en España cerraron un trato con el arzobispado vallisoletano autorizando la venta de la reja de la catedral. Los religiosos consideraron el trato una maravilla, ya que ellos consideraban a la reja ya casi como un estorbo. Era enorme, de unos 15 por 12 metros, bien labrada, con detalles y elementos de un valor artístico considerable. Pero, aún así, estorbaba a los planes del arzobispado.
Como estaba tirada y no se consideraba un elemento artístico, el Cabildo catedralicio recurrió a un herrero para que la tasara al peso. Es decir, aquella maravilla se vendió por el valor de su hierro al peso, ni más ni menos. El precio final fueron 500 pesetas. Si la catedral consideraba haber hecho un buen trato, por haber ganado dinero para algunas obras que quería emprender, la gente de Hearst no fue menos. Según su visión, había conseguido una obra de arte, muy barata.
Hearst no la quería en un primer momento y al final su fundación la regaló al museo Metropolitan
Cuando la noticia de la reja llegó a Hearst, este dijo que no estaba interesado en ella. Sus representantes le hicieron cambiar de opinión hablándole de la calidad del rejero que la había forjado y de que, a fin de cuentas, era una obra de arte. Así, se desmontó la reja para hacerla manejable y salió rumbo a Estados Unidos.
Llegó a Nueva York y fue puesta en un almacén a la espera de ser trasladada a la mansión de Hearst en California. Pero en esa espera los negocios dieron un vuelco, consecuencia del crack de 29 y el proyecto megalómano de recabar arte europeo quedó trabado. La reja se quedó cogiendo polvo en el almacén hasta 1956, cuando volvió a cambiar de propietario. La Fundación Hearst se la regaló al museo Metropolitan de Nueva York.
En una abracadabrante operación, en ese 1956, entre el Museo Metropolitan y el gobierno español de Franco, la reja fue incluida en una propuesta de canje. En él se ofrecían cuadros y otros objetos artísticos españoles que habían sido enajenados y estaba en América, a cambio del ábside la iglesia de San Martín de Fuentidueña. La reja formaba parte del trato, originalmente, pero al final se cayó del mismo.
Poco tiempo después, en 1957, la reja de la Catedral de Valladolid se colocó en el museo Metropolitan de Nueva York como parte de sus objeto artísticos, donde sigo expuesta hoy. Recortada y disminuida en cierta medida, por su enorme tamaño original, pero ahí está en el museo. Un lugar que visitan 7 millones de personas al año. No está mal para un manojo de hierros comprados al peso.