Jahleel Brenton Carey, vivió él y murió el príncipe Napoleón

(El príncipe en su último combate contra los zulús)

Si hay un buen consejo para andar por la vida evitando algunos tropiezos es aquel que recomienda tener bien claras las prioridades. Es muy posible que una de las prioridades de Jahleel Brenton Carey fuera mantenerse vivo por encima de todo, por encima del deber y del honor, incluso. Visto con cierta perspectiva, este orden de prioridades es el habitual y el que cabría esperar, pero también es el que llevó a Brenton Carey a la desgracia y a que hablemos hoy de él.

Nacido en 1847, este oficial británico tenía bajo su protección a Louis Napoleón, hijo de Napoleón III de Francia y Eugenia de Montijo, que aunque vivía en Inglaterra, tenía el título de Príncipe Imperial de Francia. Cuando tenía tan sólo veintitrés años, sirviendo en el ejército inglés, donde se había formado como soldado, se vio envuelto en un ataque por parte de un grupo de zulús.

No salió vivo de aquel ataqué el francés, que recibió nada más y nada menos que dieciocho lanzazos, varios de ellos mortales de necesidad. Además, fue destripado y acabó desnudo. Formaba parte de una patrulla de reconocimiento en la que iban él, Brenton Carey y otros seis, uno de ellos, un guía zulú. Medio centenar de enemigos acabaron con casi toda la patrulla, pero que Brenton Carey escapara y además sin un solo rasguño, lo que lo dejó en muy mala posición.

(Jahleel Brenton Carey)

Fue sometido a un consejo de guerra, la reina misma lo calificó como un cobarde, y aunque salió sin condena del trance, su camino siempre estuvo ya bajo la sombra de aquel domingo en el que había dejado morir al heredero francés. Él solía defenderse asegurando que había salido pitando en busca de ayuda y para avisar de la presencia de enemigos, que para algo estaba en una operación de reconocimiento, pero no servía de mucho.

Según parece, cuando llegó al campamento, barruntando ya la suerte que habían corrido los demás, cuando nada más entrar le preguntaron medio en broma por qué llegaba tarde a la cena contesto: “Yo estoy bien, pero han matado al príncipe”. Como decía al principio, una muestra clara de sus prioridades, que posiblemente no eran bien recibidas en el ejército británico: primero yo, que estoy bien; y luego lo demás. Lo demás era un príncipe francés con cierta importancia, pero aún así no tanta como la propia vida.

Por cierto, aunque en la imagen superior se muestra al príncipe luchando con la espada en la mano, parece ser que ese punto es incorrecto, ya que había perdido la espada al intentar escapar a caballo y lo único que hizo fue descargar su revolver, sin mucho acierto, contra sus atacantes.

Fuente: Héroes, aventureros y cobardes, de Jacinto Antón
Fotos: Free falling through history

Curistoria

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