En Abril de 1566 las relaciones entre los habitantes de los Países Bajos y el Imperio Español, al que pertenecían, no estaban en su mejor momento. Con la religión como principal motivo, las dos facciones iban tomando posiciones cada vez más enfrentadas. La nobleza flamenca decidió solicitarle formalmente al rey español, obsesionado por implantar y proteger el catolicismo, la abolición de la Inquisición y de algunos edictos contra el calvinismo que había dictado.
Hubo una reunión entre Margarita de Parma, gobernadora en la zona, y los nobles flamencos. Fue en Bruselas y unos 200 flamencos acudieron armados a la reunión. Margarita de Parma les pidió que se desarmaran en su presencia y así lo hicieron. En cualquier caso, la gobernadora quedó impresionada por aquel tremendo grupo, numeroso y poderoso.
Para tranquilizar a la gobernadora, uno de sus consejeros le comentó que no se dejara impresionar por una “pandilla de mendigos”. Los nobles flamencos oyeron la frase, pero sin alterarse presentaron sus requerimientos. De todas formas, aquel “apodo despectivo” no pasó desapercibido. Los flamencos decidieron tomar aquel adjetivo como propio y lo convirtieron en sustantivo. Mejor dicho, en su sustantivo. Desde entonces se hicieron llamar los mendigos. Así los conocían entonces y así se conocen ahora.
Este es un buen ejemplo de aquello del “no hay mejor desprecio que no hacer aprecio”. No solo no les ofendió el apelativo de mendigos, sino que lo blandieron orgullosos. Por cierto, hay variantes o especializaciones de este grupo, como los “mendigos del mar” o los “mendigos del bosque”.
Menuda papeleta le dejo su padre ( Carlos Iº ) con lidiar con estos ¨mendigos ¨.
Muy interesante , como siempre .
Saludos desde Malaga.
Gracias por el comentario Annick :)