Cuando comenzó a implantarse en uso de la pistola y los mosquetes en las batallas, estas no eran aún suficientemente potentes como para atravesar las armaduras de buena calidad. Así, con una armadura de buen metal, el soldado estaba protegido de los disparos, aunque como es lógico, la armadura era más cara.
Por esto era común, una vez hecha la armadura, dispara contra ella con una pistola para comprobar la eficiencia de la misma frente a las balas. Este disparo se llamaba «la prueba» y era un sello de calidad para la armadura. Evidentemente este disparo dejaba una abolladura en la armadura, y esta abolladura era resaltada como el elemento que denotaba la resistencia a las balas. En muchos casos, esta «prueba» era remarcada con algún adorno, para destacarla.
Resumiendo, en algún momento de la historia, si querías una armadura buena, tenías que comprarla abollada 🙂
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