En mi libro sobre la historia de la criptografía tiene un hueco Johannes Trithemius, también conocido como Tritemio, por sus importantes contribuciones en ese campo. Era un hombre sabio y encaja en la idea del hombre renacentista plagado de conocimientos e intereses. Pero, como se suele decir, el mejor escribano echa un borrón. Y en este caso, como verán, usar este dicho es algo que viene muy al pelo por lo que vamos a ver de la maravilla de atacar a la imprenta imprimiendo un libro, que tiene una obra de Tritemio como punto de partida.
Tritemio nació en 1462 y fue un hombre de iglesia alemán. En su vida escribió multitud de obras sobre diversos temas y, como era de esperar, sus ensayos trataban de dejar constancia de sus ideas y convicciones. Otro Johannes, en este caso de apellido Gutenberg, había inventado la imprenta poco antes de ese 1462, aunque ya saben que se imprimía como lo hizo Gutenberg mucho antes en otras partes del mundo.
Es esa coincidencia en el tiempo lo que hizo que Tritemio escribiera en 1492 la obra De laude Scriptorum manualium, que se suele traducir por Elogio de los amanuenses. Es exactamente eso, un texto laudatorio del trabajo que hacían los escribanos y copistas en los monasterios medievales. Esa labor era básicamente la copia manuscrita, con la máxima paciencia y cuidado, de textos que eran valiosísimos en la mayoría de los casos. No sólo copiaban libros los monjes, sino que muchos otros hombres, interesados por los textos antiguos, los pedían prestados y los copiaban a mano para alimentar así lentamente su propia biblioteca. La imprenta hacia casi inútil ese trabajo de los copistas.
La maravilla de atacar a la imprenta imprimiendo un libro tiene a la obra Elogio de los amanuenses como punto central
Tritemio argumentó en ese libro suyo que la escritura manuscrita y cuidadosa de un texto ayuda a comprenderlo y a reflexionar sobre el mismo. Algo que la mecánica de la imprenta destruía de un plumazo. También añadía que el resultado final del libro era peor, como objeto, en el caso de la imprenta, y menos duradero. Por otra parte, argumentaba que convertir el mimo del amanuense en un trabajo que podríamos denominar industrial, aunque él no usaba estos términos, lógicamente, era una fuente de errores y reducía la calidad final.
Todo esto no es tan extraño. Sin duda han existido luditas antes de que se inventara esa palabra, y la llegada de la imprenta fue una de esas situaciones históricas. En algunos textos incluso se denomina síndrome de Trithemius a esta oposición al avance. ¿No es algo que hemos vivido no hace mucho con el libro electrónico en nuestras propias carnes? Nihil novum sub sole.
Lo más paradójico de todo esto es que ese Elogio de los amanuenses de Tritemio fue impreso por Peter von Friedberg en 1494 para que tuviera mayor alcance y se divulgaran así mejor las ideas del autor, en contra de la imprenta. Qué maravilla la imprenta que sirve para que incluso para sus contrarios puedan llegar a más gente.
Y no sólo eso, sino que dado que un incunable es cualquier libro impreso antes del final de año del 1500, este libro de Tritemio impreso lo es.
Cito: «Otro Johannes, en este caso de apellido Gutenberg, había inventado la imprenta poco antes de ese 1462, aunque ya saben que se imprimía como lo hizo Gutenberg mucho antes en otras partes del mundo.» Entonces, Gutenberg NO había inventado la imprenta; apenas había divulgado en Europa la imprenta de tipos móviles, creada en China. Hasta Gutenberg, en Europa ya usaban la imprenta de lámina fija, también creada en China.
Es una cuestión de redacción, de cómo se expresa la idea.
José Gregorio, entiendo lo que dices, pero creo que la idea está expresada tal y como quiero, aludiendo a la atribución popular que se hace de la invención a Gutenberg.
Demasiado sutil esa implicación; yo creo que no se entiende así; no sé, mi condición Asperger y mi experiencia redactando leyes y normas me hacen ser fanático de la expresión más clara posible, sin ambigüedades. Cosas de uno, discúlpame; un abrazo.
Nada que disculpar, ni mucho menos.
Un saludo.